Les confieso que he dejado de votar por mí, voto por los niños, no deseo para ellos lo que nos ha pasado a nosotros los adultos jóvenes y viejos. Nuestros gobernantes nos han legado un país de cristal y a punto de quebrarse en mil astillas.
El periodo uribista ha sido nefasto e incluso peor que el Covid-19.
Esta clase gobernante nuestra ha hundido a la sociedad colombiana en la oscuridad, no le ha permitido ver más allá de la neblina del odio y ha logrado sacar lo más nefasto de la sociedad. Tanto, que Colombia se dio el lujo de despreciar a un demócrata como Carlos Gaviria. Con él la situación del país hubiese sido distinta a la de hoy. Y no es solo del pasado del que estoy escribiendo.
Y saben lo peor, que los partidos tradicionales y el uribismo les han dado una identidad negativa, de odio a las gentes. Ya se sabe que el odio no deja pensar bien, no deja ver con claridad la realidad social del país. Ellos han llenado el vacío colectivo e individual de nuestros conciudadanos, que están lejos de responder preguntas como ¿Por qué soy colombiano? o ¿Qué tanto amo a mi país o a la patria si ella representa un valor trascendental para todos?
La idiotez pública es una fuerza increíble, demoledora, que te empuja a un fondo impensable. Es un estado de gravedad enajenante que oculta los caminos de la razón. Te ubica en contravía sin saber por qué. Y parlas con un disfraz de “erudición analfabeta” que puedes engañar a otro desprevenido idiota. En verdad no es un estado de discapacidad cognitiva. No. Es un tonto con una habilidad ciega adquirida en la familia, en el barrio, o en la escuela más tradicional del país, que no logra comprender la importancia fundamental de lo público.
Y con esa habilidad ciega el tonto, como decían los griegos, cree que se comprende muy bien la historia de la nación.
No pensar es muy importante para seguir en la zona cómoda del idiota público de siempre; él cree que no debe existir el peligro de alterar aquel estado de placidez absurda por algún cruce inesperado de fuerte viento. En esa zona se respira el mismo aire todos los días y los pulmones realizan el menor esfuerzo para sobrevivir. Se ve televisión para no pensar ni imaginar la realidad y los programas son los precocidos mal digeridos de todos los días.
Para qué quieren saber que, en el 2022, por ejemplo, más de 4.817 “menores” de edad fueron violentados sexualmente y de ellos, 429 tenían entre 0 a 4 años. Para qué quieren saber que 847 niños y niñas murieron violentamente. Para qué quieren saber que 84 infantes, menores de 5 años, murieron por desnutrición. 41% más que en el 2021. Para qué quieren saber que el cielo o el techo de la pobreza les caerá algún día encima.
Enterarse de esas cosas es peligroso para su sosiego mental. Nada, en absoluto, debe afectar la apacibilidad de su zona cómoda, su amargo egoísmo. Lo público no es su asunto, pero lo dejan o lo entregan en manos de los gobernantes de siempre.
¿Hay alguien que quiera hacer un análisis sobre el valor de la cabeza hueca?
Más historias
La nada
Radiografía económica II
¿Qué carajos les digo a mis hijos?