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julio 20, 2025

La Primicia Noticias

Una Nueva mirada

Odio y violencia

Por: Pedro Conrado Cudriz

El odio es una reacción emocional, primaria, a un estímulo externo. Políticamente tiene un movimiento subterráneo y otro visible, no tan lejos de las venas. La violencia política es una conducta orientada a la vulneración de los derechos del otro, o los otros.

Hay odios gratis y actos de violencia invisibles.

En el primer caso puedo pensar en el odio de clase. No se sabe por qué la gente en el poder odia a los pobres. Y ese odio gratuito se traduce en los recortes presupuestales para que a los pobres le asesinen la dignidad humana, o se les arranca la segunda mesada a los pensionados, o se recortan drásticamente las horas extras, o se privatiza la salud y a la falta de calidad de la educación le frotan flores negras para que no retoñen los hijos.

Este tipo de violencia es invisible, diferente a la violencia policial del gobierno y a las políticas de Estado que favorecen solo a los más ricos y poderosos del país.

Las preguntas son estas: ¿Por qué el odio y la violencia de la clase social en el poder es invisible?  ¿La pésima educación pública ha sido planeada cuidadosamente para que los ciudadanos desconozcan el país dónde viven o para que no vean?

¿Los marchantes de las ciudades ahora militarizadas y estigmatizados como “vándalos” de dónde vienen? ¿Cuál es su origen de clase? ¿Es su odio marginal o de clase? ¿Es su violencia marginal o  política? ¿Es violencia política?

Luís Carlos Castillo Gómez, sociólogo de la Universidad del Valle, cree que la categoría “vándalo” simplifica lo complejo del conflicto actual colombiano. “… trasmite la falsa idea de que el estallido social y la protesta… son el resultado de una suma de delincuentes y desadaptados sociales…” (El Espectador, Cecilia Orozco, “Cali, un proceso brutal y acelerado de empobrecimiento.”)

El problema es que el término “vándalo” resume el dolor, el sufrimiento, la rabia y la violencia del país. Piense en Bogotá, Cali, Medellín, Popayán, Barranquilla…

Hay que ser un tonto para no comprender e intuir que la pobreza y la marginalidad social sempiterna algún día explotarían. Ambas son bombas con marcado acento en el reloj próximo del tiempo.  “Tanto va el agua al cántaro, decían los abuelos, que un día se desborda.”

Y, también, hay razones lógicas para entender que el apartheid colombiano hace que brote el ojo de agua del resentimiento y el odio de clase.

No tenemos el porqué sorprendernos que el origen de la pobreza sea para negar, humillar y degradar la dignidad del otro.