Por : Pedro Conrado Cudriz
Las fronteras se deshicieron a voluntad del desastre de la política nacional. Más de veinte años
que nos han parecido un siglo chapoleando el envoltorio del hambre, los problemas de salud y la
mierda de la politiquería.
De la desvergüenza y el cinismo hemos pasado a conductas innombrables y sin límites éticos,
porque lo que antes parecía imposible entre los colombianos, hoy se ha convertido en esta cruda
vil realidad despreciable por la ruindad de los que nos gobiernan.
Nos han quitado el pan de la boca como un plan magnifico para someternos y ahogarnos en la
inopia. La pobreza forma parte de los planes políticos de los gobiernos de turnos, con la diferencia
de que hoy se han profundizado no en centímetros sino en la multiplicación del hambre y la
muerte.
(Aporofobia es la única manera de calificar el desgobierno en las zonas de la guerra y el hambre.)
O la desvergüenza como aquella expresión indolora en los labios del ministro de la defensa: Los
niños no son sujetos de derechos sino máquinas de guerra.
O la intención del registrador nacional de abolir porque le da la reverenda gana, la huella y la firma
de la planilla del sufragante. Planes de Estado.
Están provocando otro “Bogotazo.”
Y qué tal esta otra expresión de registrador nacional: “El que no sienta garantías para las
elecciones no debería presentarse.”
(La pena es un vocablo en extravío en labios del gobierno, porque corren el peligro de volverse
tiernos y pendejos.)
En los viajes de visita al exterior del presidente de la república bananera de Colombia, siempre va
acompañado de su hermano, Andrés Duque, como si la salida fuera un viaje de camping de la
familia Duque Márquez.
Recuerden para siempre: “Esos muchachos no estarían cogiendo café.”
O Esta otra del juego del cinismo y el mal carácter: “Es un buen muerto, si no que lo diga Cepeda.”
Y ahora la última perla impúdica de la clase que nos dirige, la de Juan Camilo Restrepo,
Comisionado de Paz: “Cuidar a Pastor Alape, vale 1.800 millones de pesos.”
Pregunto: ¿Podrían tazarse en dinero las muertes de los 303 miembros de la extinta Farc que se
sometieron al proceso de Paz? ¿Tiene valor la vida humana? ¿Podría alguien preguntar cuánto
dinero le cuesta al Estado Colombiano el equipo de escoltas que le cuidan la vida a Álvaro Uribe
Vélez?
(¿Alguien con cuatro dedos de frente podría aceptar este desborde, o dribling al país a través del
escándalo otra vez del dossier Char-Merlano sin ruborizarse?)
Y como escribió Gloria Arias Nieto en El Espectador del 15 de febrero: “Y el alto comisionado no
está solo en su cuestionable estatura. Algo parecido dijo el ministro del Interior, sobre los
asesinatos en Arauca: “Bandidos ajusticiando bandidos”.
La miseria y los miserables nos rondan como buitres carrañosos. Hay cosas que se pueden pensar
o repensar, pero no decirlas, por la decencia, por empatía, por la solidaridad
humana, pero nunca por la serpiente de la politiquería.
El rostro del alma del gobierno uribista de Duque es innombrable, infernal…
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