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diciembre 13, 2025

La Primicia Noticias

Una Nueva mirada

La política del espectáculo pasa, las heridas que deja permanecen

Por: Milagros Sarmiento Ortiz

En Colombia estamos viendo algo que debería preocuparnos a todos: la transformación del debate público en un ring donde lo que importa no es el argumento, sino el aplauso digital. La política convertida en espectáculo. El control político reducido a un ejercicio de señalamiento. Y mientras los reflectores se apagan rápido, las heridas que ese juego deja sobre los territorios y las instituciones permanecen y las terminamos enfrentando quienes sí nos quedamos.

Quienes buscan fama señalando, mañana no estarán para responder por el daño causado. Las instituciones sí. Los territorios también.

Después de más de veinte años de trabajo entre la institucionalidad y las comunidades, he visto de cerca cómo la democracia se sostiene , o se fractura, en el respeto.

El control político es indispensable. La crítica es saludable. El disenso fortalece. Pero ninguno de estos mecanismos debe confundirse con ataques personales, hostigamiento o intentos de obtener relevancia digital a costa de la reputación de otros.

Cuando la política se convierte en contenido, el territorio deja de ser prioridad y la ciudadanía queda atrapada en debates que no transforman su realidad.

Si desde los niveles más altos del Estado se normaliza el irrespeto, los territorios (especialmente los más vulnerables) quedan aún más expuestos. Las instituciones pierden autoridad. Y quienes trabajamos desde adentro terminamos navegando en un clima donde la agresión se justifica como “oposición política”.

Como país, necesitamos volver a un diálogo donde la diferencia no se use para destruir, sino para construir caminos posibles. Donde la vigilancia ciudadana sea rigurosa, no ruidosa. Donde la política vuelva a ser un acto de responsabilidad colectiva y no una carrera por visibilidad.

La política del espectáculo pasará.
Lo que no puede pasar es nuestra obligación de cuidar los territorios, las instituciones y la democracia que nos sostiene.

Los liderazgos no se miden por los seguidores, sino por la capacidad de construir. Como país, necesitamos volver a un diálogo donde la diferencia no se use para destruir, sino para construir caminos posibles. Donde la vigilancia ciudadana sea rigurosa, no ruidosa. Donde la política vuelva a ser un acto de responsabilidad colectiva y no una carrera por visibilidad.

La política del espectáculo pasará.
Lo que no puede pasar es nuestra obligación de cuidar los territorios, las instituciones y la democracia que nos sostiene.