Por: Pedro Conrado Cudriz
Escribir una columna semanal bajo la tensión de la vida rápida que nos ha tocado en suerte vivir, es un reto dantesco para el autor del texto y para la escritura misma, porque el artículo habla de sí mismo y de quien lo escribió. Y si es breve es como bailar salsa en media baldosa y salir bailando. Y uno, en últimas, lo que intenta es derrotar la derrota.
¿Cómo hacerlo si jugamos contra los vientos del tiempo?
Hay que escribir la columna y leerla varias veces hasta encontrarle la musicalidad a la pieza escrita; leer otra vez; corregir y corregir; reescribir y reescribir hasta encontrarle el tono deseado. Porque el texto requiere del alma de la poesía. Y reposar el texto en los límites de lo posible, sin olvidar que estamos viviendo o cabalgando en tiempos de trenes ultrasónicos.
Murakami lo confesó de esta manera: “De qué hablo cuando hablo de escribir”: “Cuando termino con la primera versión, suelo tomarme unos días de descanso… y después empiezo con la primera reescritura. Es un trabajo considerable. Meto mucha mano en todo lo que escribo… La primera reescritura suele llevarme dos o tres meses… (en) segunda reescritura Vuelvo a reescribir mucho desde el principio, con la diferencia que en esta ocasión soy más minucioso… lo importante es discernir dónde apretar más los tornillos… y dónde aflojarlos.”
Queda claro que en el artículo de prensa no existe el reposo de los monasterios, hay que jugársela más allá de la media baldosa de la salsa.
Lección uno: no se deje impactar por la emoción, que es una bruja de circo. No le crea al primer texto escrito. Y ya sabrá de lo que hablo si alguna vez ha asistido a los espectáculos malabaristas de los magos de ocasión.
La pasión del texto corto, cuatrocientas palabras, un poquito más o menos como los de la escritora argentina Leila Guerreiro, son los retos de los atletas especialistas de los cien metros. No es el viento el obstáculo, es el atleta mismo, su disciplina, su experiencia en varias competencias nacionales. Estas vivencias son las que nos ayudan a manejar el tiempo, la respiración, a cortar los vientos cuando haya que hacerlo. Escribir corto concentra el pensamiento, el objetivo, el uso de las palabras. No son necesarias miles de palabras para decir lo sustancial, con cuatrocientas palabras basta. Les comparto un ejemplo: No quiero perturbar a nadie, solo matar a quien alteró el sueño del silencio. La muerte no significa nada para el que intencional o no, le hace daño al aire. Así que lo vi alcanzar la esquina de la avenida Coronel, venía tranquilo como el oso en la montaña, se detuvo en el ala derecha de la tienda de los sustos, miró para todos los lados y continúo imperturbable. Yo me había entrenado en el ejército y terminé siendo el mejor francotirador de la época. Apunté y disparé. Una manada de palomas estacionadas en la torre de la iglesia movió asustada sus alas y se perdió en la lejanía.
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