Por: Eimar Pérez Bolaño
Hace buen tiempo he venido orientando como docente el área de religión dentro de la carga académica asignada en varios colegios. Inicié en Bogotá en el año 2008, luego en Tena y la Mesa Cundinamarca y actualmente en Barranquilla. Para muchos resulta curioso tal práctica, yo personalmente no encuentro los motivos. Sin embargo, sigo adelante con el ejercicio teniendo en cuenta que, dentro de la mayoría de las instituciones educativas del país, ya sean públicas o privadas se adscribe al plan de estudios y al igual que las demás denominadas áreas fundamentales, religión como asignatura, desde mi punto de vista promueve conocimiento.
Creo que dentro de aquellos y múltiples prejuicios en la enseñanza de la religión está el interrogante: ¿Cómo y para qué enseñarla? Bajo ese reto polisémico, particularmente me baso en el principio constitucional colombiano contemplado en el artículo 19: “Toda persona tiene derecho a profesar libremente su religión y a difundirla en forma individual o colectiva. Todas las confesiones religiosas e iglesias son igualmente libres ante la ley”. En ese sentido, mi intención al orientar esta área del conocimiento está primero, en que el estudiante identifique la diversidad de religiones, sus características y prácticas desde lo local, nacional y global, para posteriormente analizar el influjo de la práctica religiosa en las dinámicas, sociales, culturales y políticas en las comunidades humanas, además de los dioses que lo fundamentan. Esto es un gran reto, cuando sólo se cuenta con una hora a la semana por cada curso para esta asignatura que para muchos aún resulta como “un relleno”. Pese a ello, desde mi criterio, por el contrario, se articula a las otras áreas, como la filosofía, la literatura, el arte y las ciencias sociales.
Por eso, en mi clase de religión no rezamos, tampoco insinúo asumir una postura ideológica o dogma frente a esta o aquella devoción. Considero más importante el comprender la diversidad y las diferencias culturales, como principio importante para el respeto y reconocimiento del otro. Si por el contrario me basara en sólo orientar los preceptos, características y prácticas de una sola religión, estaría negando posibilidades en los estudiantes, especialmente a quienes tienen intereses distintos y ven el mundo de forma diferente, donde su espiritualidad y sentido de la vida está por fuera de cualquier práctica religiosa.
Por otra parte, teniendo en cuenta el contexto de la enseñanza de la religión y dentro de ella los rituales, se acerca en estos días la celebración de la semana santa, espacio en el que cada religión promueve diferentes actividades. La católica, siendo la más practicada en Colombia y en muchos lugares del mundo, propone además de momentos de reflexión, la oración, el ayuno, la penitencia y la caridad como formulas importantes para este tiempo. Pero además de los rituales, las dinámicas culturales son variadas, por ejemplo, las actividades gastronómicas, encuentros familiares, espacios para vacacionar, etc.
Con base a lo anterior, en las clases de estos días, he venido trabajado la cuaresma, sus características y su importancia para los creyentes. También la variedad de prácticas en algunos países, sin perder de vista que, en sí todos celebran la pasión, muerte y resurrección de Cristo, aunque algunas son de forma diferente.
No obstante, pasado este momento del año, como todas las asignaturas, el plan de estudios tiene continuidad, por ejemplo, en el grado séptimo trabajamos las religiones más importantes en el mundo y sus dioses, además de las religiones en Colombia. Por su parte, en el grado octavo, trabajamos la espiritualidad, las religiones asiáticas, africanas, finalizando con los dioses griegos y romanos. En noveno, analizamos la religión en la Edad Media, prácticas como la herejía, la Inquisición y la brujería, los textos sagrados de algunas religiones, finalizando con las religiones en América y las nuevas divinizaciones como el Show, la muerte y el fanatismo.
Considero que, con un plan de estudio de este estilo, se esperan unos resultados de aprendizaje en cada nivel, éstos se articulan a otras áreas como he mencionado, además de la promoción de la lectura, el análisis y reflexión en diferentes contextos. Pues las actividades que sugiero buscan debatir, asumir posiciones y construir ideas argumentadas, pero siempre evitando el irrespeto por la fe y las creencias individuales.
En suma, la religión y su enseñanza es un tema complejo cuando el fanatismo y el desconocimiento de las diferencias no se tiene en cuenta. Por eso, desde que empecé mi ejercicio docente, siempre he considerado inadecuado que la enseñanza de cualquier área surja de los dogmas, prejuicios o creencias personales de quien la imparte, porque en ese sentido niega cualquier posibilidad de expresión del otro, que es diferente, y tiene otras cosmovisiones distintas, además que no permite construir y avanzar a otras perspectivas del mundo y de la cultura. Finalmente, para mí, fe, espiritualidad y ritual pueden experimentarse por fuera de cualquier religión y dioses que la fundamenten.
Excelente profe de la vida he aprendido que la práctica religiosa al extremo te inhibe de vivir y llevar una vida sencilla pero muy ligada a vivir bien y si exageraciones, hay algunas religiones que lavan tanto el cerebro al que asiste a un culto o templo que hasta la posibilidad de amar les impiden, profesor lo que sí no se puede obviar es la existencia de Dios
Excelente columna,para reflexionar
Quiero comenzar agradeciendo y valorando la decisión de exponer públicamente un tema tan importante y, a veces, relegado como lo es la Educación Religiosa Escolar (ERE). Me parece especialmente pertinente reivindicar su lugar en el plan de estudios, no como un “relleno”, sino como un espacio significativo de formación integral que, bien orientado, puede aportar al crecimiento personal, ético y espiritual de los estudiantes.
Ahora bien, leyendo la columna, percibo un noble esfuerzo del autor por asumir una postura de imparcialidad y respeto frente a la pluralidad religiosa y cultural. Sin embargo, también observo una tensión no resuelta entre el deseo de neutralidad y la pertenencia inevitable a una cultura y una tradición específica. Es decir, el autor busca ubicarse en un punto de equilibrio desde donde no privilegie ninguna fe, pero a lo largo del texto se nota cómo, consciente o inconscientemente, se inclina hacia una perspectiva cristiana-católica, como cuando dedica sus clases recientes a explicar la Cuaresma sin hacer referencia —por ejemplo— a celebraciones equivalentes como el Ramadán en el islam o el Purim en el judaísmo, que ocurren en fechas similares.
Y aquí hay un punto que me parece central: es muy difícil, por no decir imposible, enseñar religión desde una total asepsia ideológica o vivencial. Incluso la inteligencia artificial, que podría simular imparcialidad, no está exenta de sesgos porque también se alimenta de contextos culturales. Mucho más un docente que, como ser humano, tiene derecho a vivir su fe, a participar de una comunidad religiosa y a comprender el mundo desde esa experiencia.
En este sentido, más que exigir una falsa neutralidad, quizá sería más honesto y formativo invitar al testimonio. Porque, en última instancia, ¿cómo hablar de Dios o de la experiencia religiosa sin “untarse las manos”? Pedirle eso a un creyente es como esperar que un entrenador físicamente deteriorado enseñe a otros a tener un cuerpo saludable: no basta el conocimiento teórico, hace falta la vivencia.
Además, la Educación Religiosa Escolar en Colombia no está huérfana de dirección o fundamento. La Conferencia Episcopal ha propuesto unos lineamientos curriculares que dialogan con las políticas del Ministerio de Educación y que apuntan, entre otros objetivos, a algo muy profundo: provocar en los estudiantes una crisis fértil frente a las grandes preguntas de la existencia. La ERE no se limita a describir religiones o prácticas, sino que invita a pensar en el sentido de la vida, de la muerte, del dolor, de la esperanza, del legado, del arte, del rito y de la fiesta. Ninguna otra asignatura se atreve con tanto.
Hay un video muy bello que promueve esta visión de la ERE como una asignatura que conecta con los grandes logros y búsquedas de la humanidad. Ojalá este tipo de recursos se usen para seguir dignificando esta área y abriendo camino a una enseñanza más viva, más encarnada, más auténtica.
En resumen, celebro el esfuerzo del profesor Pérez por visibilizar este campo del saber, pero también invito a no temerle al testimonio ni a confundir imparcialidad con esterilidad. Enseñar religión no es imponer dogmas, pero tampoco debería ser esconder la propia humanidad creyente. La clave está en enseñar desde una fe que dialoga, que reconoce otras voces, pero que no renuncia a la suya.
Interesante postura, Eimar, y preclara seguramente desde la mente de tu formación filosófica.
No vi el pensamiento ateo.
Hay dos libros que pueden interesarle:
En qué creen los que no creen. Umberto Eco.
Dónde está Dios, papá? Clemente G Novella
Ojalá comparta la película El nombre de la rosa. U Eco.
Interesante postura ver la clase de religión como una oportunidad de generar conocimientos al rededor de un tema tan amplio y diverso, más allá que adoctrinar. Es apreciado para quienes tenemos posiciones distintas de lo tradicionalmente más aceptado.