Por: Pedro Conrado Cudriz, sociólogo, poeta y escritor
Entramos al túnel de la recta final de la feria del libro de Santo Tomás (los días 14, 15, 16 y 17 de noviembre), lo que nos obliga a pensar en ella como uno de los retos fundamentales de los últimos tiempos del municipio de Santo Tomás. No es el reto del desorden ordenado del carnaval; es otra cosa, es otra inspiración, la de los hábitos de los lectores persistentes, imaginativos y soñadores, la huella de la poesía marcada en los ojos de los amantes de los libros.
Los municipios del departamento del Atlántico viven alejados de estas realidades y la feria, o las ferias de libros en la región los pueden ir acercando poco a poco a la pasión de la lectura y a la búsqueda de libros.
Como en el resto de los municipios del departamento del Atlántico, Santo Tomás ha desarrollado los procesos creativos en desorden. Es decir, los ha desarrollado de manera aislada, sin una estructura orgánica que los integre en una unidad cultural dinámica y absoluta, porque hasta hoy los actores y los grupos andan cada uno por su lado. El contacto entre los folcloristas, los músicos y los escritores, por ejemplo, es nulo. Hay feria del libro, pero los folcloristas no asisten, hay actividad teatral y las escuelas de bailes tampoco asisten al teatro.
Para la escuela, con su garbo tradicional, la feria es invisible, razón para que los profesores y alumnos no asistan. Es extraño y, sin embargo, no forman parte del público que viene asistiendo todos los años a las ferias nuestras. Muy pocos tienen el privilegio de asistir a esta convocatoria de libros y escritores.
Las Ferias de los libros son los lugares especiales donde se contactan los escritores y los lectores y, además, donde se comercializan los libros. Acá el lector se encontrará en un nicho especial, un espacio para rozarse con los amantes de la lectura y los libros y poder conversar con los escritores invitados, con las gentes que leen y quieren descubrir a otros lectores, esa especie de seres imaginativos y críticos que nos ayudan a comprender mejor el mundo.
La cultura va y viene de la calle y es un síntoma de bienestar espiritual de la localidad. Eso son las ferias de los libros, espacios espirituales para encuentros de espíritus no normales.
Además, en los pueblos muertos de aburrimiento las gentes salen de casa para aliviar sus cuerpos de la “enfermedad” del tedio. Puede ser una corrida de toros, el carnaval, una trifulca callejera, o la Feria del libro. Es la liberación del encierro la que obliga a salir del confinamiento para encontrarte con otros conciudadanos.
Es el grito sordo del nos necesitamos.
Deseamos que la fiesta del libro esté en la mente tomasina y en la mente de la región Centro Oriente y en la mente del departamento del Atlántico. Mas es importante señalar el egoísmo cultural del gobierno de Verano de la Rosa al negarle los recursos de operación a la feria tomasina, apoyo que si realizó el gobierno anterior y, sin embargo, Verano si le apuesta al cemento; igual ocurre con el municipio de Santo Tomás, que les gasta más recursos financieros a las fiestas patronales y al mismo carnaval, que a la feria del libro. Con el aporte que da la alcaldía no se sabe cómo terminará esta otra experiencia de feria.
En esta semana de libros, la gente puede hablar de otras cosas muy diferentes a los temas abordados en la fila de la cotidianidad; en estos días se rompe la estructura cultural de hierro de la rutina para conversar sobre libros, sobre escritores, autores de libros, lecturas olvidadas o más recientes.
Nuestros alcaldes deben entender que entre el carnaval, la fiesta patronal, la semana santa, la escuela y la feria del libro hay una unidad cultural desecha, que hay que sanar. No pueden tratarse como islas que se ignoran a pesar de que vivan en el mismo vecindario. La cultura, está probado hasta la saciedad, es la única que puede salvarnos del desastre de todos los días de la nación y del mundo.
Las autoridades locales deben preguntarse qué hacer para reconocer y darle vida a la cultura y a los actores de la misma, que han hecho de Santo Tomás un pueblo visible en la región Caribe. No se pide más, solo brindarle aliento al ser vivo de la cultura nuestra.
Me estoy preguntando si esta es la última feria del libro en Santo Tomás, porque, así como la estoy viendo, parece más un cadáver viviente, que otra cosa. Ojalá hoy esté equivocado.
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