Por: Pedro Conrado Cudriz
Uno ingresa con algo de inseguridad al libro una vez toca a su puerta, y lo hace para quedarse si la magia del que escribe lo sobrecoge o asombra. Poco a poco surge la afectación y enseguida la abertura del laberinto, la pérdida o la ganancia de algo, las inseguridades, y continuamos vivos y despiertos en medio de una ciudad desconocida, en la que buscamos un lugar seguro donde acomodarnos.
Fue en el mes de octubre, año 2023, que el Club de lectura, “Santo Tomás todos los libros,” abrió las ventanas del espíritu para todos los lectores tomasinos y los lectores de la región. En el trascurso de este tiempo hemos leído aproximadamente 20 obras literarias, superando con creces el insuficiente número de libros leídos por los colombianos según los organismos espías, o rastreadores de ojos, manos y libros a nivel nacional, que han marcado con la tilde los tres libros leídos por un compatriota.
Esa es la media nacional.
La mayoría de los socios se han mantenido inmancables y sugestivamente pendientes a las citas del último domingo de cada mes. Es un ritual parecido a la reunión de los amigos: la bienvenida, los buenos días, que ya es literatura, los besitos, etc. Esta voluntad de hierro lectora ha roto la inconstancia de otros tipos de reuniones, donde uno va una, dos o tres veces y luego abandonamos la asistencia y los sueños del cuerpo desaparecen como se evanece la organización que convocan los encuentros.
Problemas del alma humana de todos los entornos donde convivimos con nuestras rutinas y hábitos de la familia y el barrio.
Al club asisten poquísimos profesores y nadie tiene una respuesta para explicar sus ausencias, que, además, nadie la quiere tener porque duele. En el club están vivas todas las edades, porque nos acompañamos con niños, adolescentes, jóvenes y adultos mayores.
Entre los libros leídos están Una obra de arte de Iván Fontalvo, premio nacional de novela universitaria UIS 2019, Pedro Paramo de Juan Rulfo, La fiesta de la insignificancia de Milan Kundera, Emma Zunz de Jorge Luis Borges, Las intermitencias de la muerte de Saramago, El extranjero de Camus, El viejo que leía novelas de amor de Luis Sepúlveda, algunos cuentos de Marvel Moreno…
Dice Irme Kertész que leer un libro es para él “una experiencia tan erótica como quitarle el sujetador de los pechos a una muchacha o sumirme en la melancolía de la vida inasible.”
Los clubes de lectura sirven para tres cosas como en las convocatorias poéticas: atención, escuchar y escuchar y, por último, comprender las lecturas compartidas por el grupo.
Somos lectores de corto, mediano y largo aliento, lectores, creo, de todo lo que logre atraer el susto de la inteligencia e incluso de la vida, ese lugar de encuentros fortuitos y gratuitos, accidentados y previstos, e imprevistos de la existencia.
Leer es un vicio como los demás vicios. ¿Mejor o peor que los otros? No, más bien diferente como decía Sartre cuando hablaba del hombre.
Alguien dijo alguna vez que la lectura de una novela, por ejemplo, tiene en nosotros la virtud de despertar sentimientos de empatía, ese sentimiento grueso y humano que, elevado al cielo del cuerpo de la mente, nos acerca misteriosamente al otro, desvalido o no.
Uno ingresa con algo de inseguridad al libro una vez toca a su puerta, y lo hace para quedarse si la magia del que escribe lo sobrecoge o asombra. Poco a poco surge la afectación y enseguida la abertura del laberinto, la pérdida o la ganancia de algo, las inseguridades, y continuamos vivos y despiertos en medio de una ciudad desconocida, en la que buscamos un lugar seguro donde acomodarnos.
Creo que este lugar seguro es el club de lectura “Santo Tomás todos los libros.”
Hay que hacerle un reconocimiento especial al profesor Félix Pizarro, de quien partió la idea de volar en las hojas de los libros. Y gracias también al resto de los miembros del club por ser infaltables y testarudos en la asistencia.
Hago parte orgullosa de este ejercicio
El club de lectura, lugar y tiempo seguro para nuestra corta existencia!
Magistral mi estimado escritor !
Felicidades 🎉
El club de lectura es un espacio sociocultural creado por seres humanos ávidos interacciones. El libro es pretexto y esencia para el crecimiento del grupo. En el club de lectura se ejerce la responsabilidad con uno mismo, es parte del ejercicio de la autodeterminación; de la búsqueda insistente de textos que motivan. Aunque es una decisión de todos, el club requiere de un animador o animadores, sin tiranizar ni monopolizar. En ese ejercicio se disiente y se acuerda; se es empático con la ficción leída y se evocan anécdotas provocadas en la oralidad de la discusión. El club de lectura es un ESTAR que permite el ejercicio de la esperanza a través de los lazos de amistad que provoca, de los sentimientos que se comparten. Es una autopropuesta que se fortalece en la necesidad y la solidaridad. Enhorabuena para los vecinos tomasinos que asumen la dignidad del ocio dominical en ese paréntesis de la lectura, donde todos son cómplices, piensan, se piensan y repiensan, muy atentos a no ser pensados por otros. Seguro ese goce placentero dará sus frutos a futuro si conservan la esperanza como una actitud vital. Buena nota, estimado Pedro, estoy seguro que eres uno de los protagonistas, encauzando tu maestría y experiencia como escritor de lo breve.