Por: Eimar Pérez Bolaño
El ser humano en la esencia de su condición racional y a la vez en su debilidad frente a lo que está por fuera de dicha condición, tiene la necesidad imperante de creer en algo. Por eso, se han creado las religiones, todas con sus rituales y prácticas, como una forma de alimentar aquello que no se evidencia y tampoco se puede comunicar desde la lógica, que se ha denominado fe.
Frente a las prácticas de penitencia, específicamente la de los flagelantes en Santo Tomás, considero que son reproducciones desde la colonialidad saber-poder propias de las culturas que fueron invadidas por los europeos hace más de 5 siglos y que aún son el eco de dicha colonización.
Defender las tradiciones para mi es importante, siempre y cuando estén llenas de sentido. En cuanto a la de los penitentes, si bien es cierto que hace parte de la historia del municipio atlanticense, también reproduce valores que están fuera de contexto desde mi punto de vista. Sobre todo, en las comunidades que intentan construir pensamientos y reconfigurar la historia a partir de valores que promuevan el cultivo de conocimientos, sobre todo científicos.
Con esto, no quiero dar a entender que estoy en contra o a favor de lo que tradicionalmente se hace o se práctica en Santo Tomás. Lo que quiero, más bien es a partir de mis propias lógicas de pensamiento, es cuestionarme sobre el sentido y necesidad de dichas prácticas. Debo reconocer que, soy parte de dicha tradición, pero también, se hace necesaria la oportunidad de reconfigurar aquello que, aunque es importante históricamente, a la vez pueden ir transformándose.
Sin duda alguna, el tema genera resquemores, pero en medio de diferentes formas de reflexión que estos días ameritan, traigo aquello que de momento me asaltó al observar de forma digital la reproducción de una tradición que no es propia sino impuesta y que hace eco de una colonización que aún sigue haciendo mella en nuestras formas de ser y de pensar. ¡Morbo, espectáculo, violencia, autocastigo!
Sin muchos tecnicismos, quiero finalizar afirmando que cada persona en medio de su comunidad y en sus libertades realizará sus prácticas que alimenten su plenitud y satisfacción vital, lo mismo que sus creencias y a la vez defenderá sus ideales. También es cierto que la transformación del ahora, en cuanto a proceso histórico, sólo será posible en la medida en que exista la alternativa de reconfigurar, desestructurar y deconstruir algunos saberes y prácticas que no aportan para avanzar como humanidad.
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