Por: Larry Caballero
17 de agosto 1958, Chevrolet impala, modelo 56, color rojo, techo rígido, después de un fin de semana de playa y sol, regresaba la familia Rodríguez a su casa, padre, madre y la pequeña María Cristina de 8 años. María Cristina se divertía viendo las luces a la distancia de la ciudad que se alejaban, la mamá y papá conversaban sobre la familia Villalobos, quienes por casualidad se los habían encontrado en varias ocasiones por el hotel, de fondo sonaba una canción de Alci Acosta, que hacía del viaje de regreso, por lo pronto placentero.
-De tantos hoteles, teníamos que hospedarnos donde estaban los Villalobos – dijo el papá con voz de gente amargada.
-Bueno no te amargues más con eso, ya pasó.
-Es que me da bronca, se creen superiores y Carlos me aburre con sus temas políticos conservadores.
-Bueno ni hablar, ya te dije que no te amargues con ese tema, te gusta darle y darle, siempre es lo mismo.
-¡Bueno ¿pero tú de qué lado estás?!
La mamá hizo silencio, solo veía por la ventana del carro esperando que Papá callara, se hacía la dormida, pero eso enfurecía más al papá.
-No me estés ignorando, ahora tú te crees mejor que yo.
-Creo que aún tienes tragos en la cabeza, por favor mira que la niña está escuchando.
– Si, tengo trago ¿y qué?, pero tengo razón, parece que todos están en mi contra.
-¡Papá! mira como se ve la luna, está cortada por la mitad.
-Ahora no hija , ahora no.
-¡Rosalba mírame cuando te hablo!
-Tengo sueño, quiero dormir, estoy cansada.
– Papá, ¿porqué la luna se ve tapada?
-Hija duérmete, aún falta mucho para llegar.
La estación de radio anunciaba la hora, 8:40 PM, parece que se aproxima una fuerte lluvia, los dejamos con Lucho Bermúdez y su éxito ¡prende la vela!.
– Mamá tengo hambre.
– Mi amor haz caso a tu papá, duerme.
– Soy yo quien lleva el peso de la familia – decía el papá con ganas de seguir discutiendo. – Todo es por mi, tu te la pasas cotorreando con tus amigas, no sabes ni cocinar bien.
La mamá seguía en silencio viendo por la ventana.
– Te he dicho que me mires cuando hablo.
La lluvia empezó a caer, el papá seguía hablando y renegando por todo, la mamá se veía cansada, rogando llegar rápido a la casa. A María Cristina le gustaba el olor a cuero de los asientos y las gotas de lluvia pegando en el vidrio de su ventana.
– Lo que faltaba maldita lluvia, todo es una mierda.- dijo Papá golpeando el volante.
– ¡Yaa! Hijo de puta, estoy harta de ti, de tu estúpida quejadera, eres un pedazo de mierda, un fracasado, con un empleo de mierda, ¡Hijo de puta!
El papá conectó una cachetada con su mano derecha, volteándole la cara a la mamá, el carro hace un Zig zag, el papá trato de controlarlo, unas lámparas le encandilaron los ojos, el papá trato de esquivar ese camión, el carro sale de la carretera, el papá pisa el freno pero nada lo detiene, solo un árbol de cañaguate firme, que ni se estremeció con el golpe, fue un golpe seco, la mamá salió volando por el parabrisas, el papá quedó atrapado entre el volante, las latas del carro y el árbol, tenía solo media cara, la otra media sangre y sesos se perdieron entre las latas, la mamá quedo a unos 30 metros, sus piernas estaban como al revés, un hueco profundo en la frente se alcanza a ver a la distancia, María Cristina tenía puesto su cinturón que ella misma se lo colocó, un vidrio cortó su cara, fue el único daño que sufrió, la lluvia era más fuerte, en pocos minutos llegó la ambulancia y la policía. Sentada en la ambulancia, María Cristina solo veía dos bolsa negras que eran cargadas en una camilla hacia otra ambulancia, la lluvia cesó, María Cristina miraba al cielo, ya no había luna y el canto de las ranas eran melodías para sus oídos.
2
María Cristina fue llevada al hospital infantil la casa del niño, tenía una cortada en su mejilla izquierda que le iba dejar una gran cicatriz, afortunadamente no tuvo fracturas ni traumas graves. Carmenza, hermana de su papá, era quien se haría cargo de María Cristina. Firmó unos papeles y le dieron de alta, la llevó a su casa, Carmenza era madre soltera, tenía un niño con retraso mental, quien era cuidado por una señora especialista en esos casos, Carmenza trabajaba en un gran almacén de telas y siempre llegaba tarde a casa. El sepelio fue a los dos días, unos cuantos vecinos, los Villalobos y los profesores de la escuela de María Cristina fueron los que asistieron.
Unas semanas después, Carmenza firmó otro papeles, eran los papeles de la custodia de María Cristina, Carmenza no estaba muy alegre, era otra carga, pero no había más familiares que pudieran hacerse cargo de María Cristina, no había herencia, no había nada, ni casa, ni carro, nada. El padre de María Cristina era un mediocre que no hizo riqueza, siempre vivían con deudas y arrendados. Pocos días después, María Cristina regresa a la escuela, era sometida a burlas por su cicatriz y las que eran sus amiguitas ya le veían rara, María Cristina se quedó sola, nadie se sentaba a su lado a comer, ella aborrecía a los niños, eran los más pesados con ella. Los días en la escuela eran un infierno, María Cristina comenzó a tener pensamientos oscuros, se imaginaba dándole cuchillazos en el estómago a los niños que la molestaban, tenía pesadillas con el día del accidente, veía la cara de su papá llena de sangre y peleando con su mamá, soñaba que su mamá la abrazaba y después la tiraba por un precipicio. Una mañana María Cristina estaba comiendo su merienda, sola como siempre, y tres niños se le acercaron, tomaron su yogurt y unas empanadas que le había hecho la señora que cuidaba a su primo.
– Hola cara cortada, hoy quiero tu merienda, se ven ricas esas empanadas.
– Más te vale que me las devuelvas.
– ¿O que vas hacer?, mira como tiemblo
– Dame mis empanadas.
– ¿Las quieres?, ¡Pues tómalas!
El niño las tiró a un charco que estaba cerca, los otros niños se reían y le decían “¡Cara cortada! ¡Cara cortada!”
María Cristina toma un lápiz que recién le había sacado la punta, se lanzó contra el niño y le incrustó el lápiz en el ojo izquierdo, luego lo empujó lo tiro al suelo y le dijo:
– Te dije que me devolvieras mis empanadas.
Los otros niños salieron corriendo, una profesora que pasaba dió un grito que se escuchó en toda la escuela “¡DIOS SANTO QUE HAS HECHO!”
María Cristina tenía que ir semanalmente a sesiones de psicoterapia, ya que decían que era una niña traumatizada, pero otros decían que estaba poseída por el mismo demonio.
3
La habitación de una adolescente, afiches de los Beatles, fotos pegadas, ropa tirada, zapatos regados, habían pasado 7 años después de lo ocurrido, sin escuela, sin ley, pelo enmarañado, casi siempre ropa negra puesta, 1.60 de estatura, senos pequeño pero firmes, culo redondo, piernas gruesas, la cicatriz la hacía ver mas sexi, María Cristina hizo metamorfosis, dejo el capullo tirado y se convirtió en una mariposa oscura, bella, pero venenosa. Su tía Carmenza se había quedado sin trabajo hace un par de años, vivía de un subsidio que le daba el gobierno por su hijo especial, el niño ya tenía 11 años, a María Cristina le parecía repugnante, estaba gordo, en silla de ruedas y se cagaba los pantalones, la pobre Carmenza ya no podía pagar para que lo cuidaran, tenía todo ese peso, había días que no tenía fuerzas y maldecía su vida, la casa se deterioraba, le hacía falta pintura y el frente se llenaba de monte, sin embargo se las arreglaba para sobrevivir día a día. María Cristina siempre estaba en su cuarto, escuchando música con una vieja radio que solo sintonizaba una sola emisora, no tenía amigos, cuando lograba tener contacto con alguien al poco tiempo se alejaban de ella. Un día escucho unas risas juguetonas al lado de la casa, se asomó por la ventana, era una mañana hermosa, un sol cálido, como los soles de verano, con algo de brisa, habían dos lindas jóvenes arrojándose agua con una manguera, tenían puesto vestido de baño, el agua hacía que los picos de los senos resaltaran, las nalgas se le veían firmes y blancas. María Cristina sintió que sus hormonas efervescían, tanto que se retorció con las manos entre pierna, seguía mirando y se tocaba sus pequeños senos, se mordía los labios, se bajó el short que tenía hasta la rodilla junto con su panty, seguía viendo y como una gata en celo haciendo todo por instinto, comenzó a frotar su clítoris con sus dedos suaves, el clítoris estába más grande de lo normal, su vulva estaba mojada y muy caliente, temblaba como caballo con frío, su corazón latía 1000 por hora, jamás había experimentado esa sensación, no sabía que podía tener tanto placer viendo esas dos adolescentes y tocándose de esa manera, ella misma se tapa la boca para no gritar, introdujo dos dedos en su vagina caliente, sintió algo de dolor pero el placer era iinfinito. Justo cuando están por desencadenar un orgasmo profundo entró su tía a la habitación.
-¡Que haces hija del demonio! ¡Enferma!
Carmenza era muy conservadora, tomó una escoba para pegarle, María Cristina rápidamente se alzó el short, la tía trató de golpearla pero María Cristina era más ágil y se defendió tomando con la mano la escoba.
-¡Déjeme en paz tía!, ¡Yo ya no soy una niña!
María Cristina se separa de la tía con un empujón, la tía resbala, cae al piso y se da un golpe en la cabeza, queda aturdida pero consiente, María Cristina entra en ataque de histeria, empieza a gritar y a tirar todo.
-¡Malditos sean todos!, ¡Todos deben morirse!, Los voy a matar hijos de puta! Los gritos se escuchan en la calle, María Cristina tiraba espejos, jarros, todo lo que podía, la tía cómo pudo se levantó salió casi corriendo y cerró la habitación.
-Dios santo, tiene un demonio, tengo que pedir ayuda.
A los pocos minutos llegaba una ambulancia, dos hombres vestidos de blanco entraron a la habitación, la agarraron.
-¡Suéltenme hijos de puta!, ¡suéltenme!
Uno de los hombres le colocó una inyección que la puso a dormir, María Cristina es llevada a la clínica psiquiátrica. Una luz blanca encandece sus ojos, poco a poco los va abriendo, observa un cuarto muy blanco, tiene una camisa de fuerza puesta, una señora con bata blanca entra a la habitación.
-Hola María Cristina, acá estás de nuevo, soy la doctora Patricia, te hemos puesto un calmante por eso te debes sentir con algo de mareo.
Mariá Cristina trataba de soltarse pero era imposible.
-¿Por qué siempre me traen acá?
-Ya lo sabes, acá siempre te traemos después de tus ataques.
-No quiero estar acá, dejenme ir.
-Ya regreso. – Dijo la doctora
La doctora salió, afuera estába la tía esperando.
-Hola señora Carmenza, vamos a dejar a María Cristina unos días, ya después puede regresar a su casa, solo es lo de siempre.
-Ya no la soporto, un día de esto me va a matar, pienso meterla al convento ¿usted qué opina?
-Me parece buena idea, ella necesita disciplina y la ayuda espiritual le servirá, asegúrese de que tome sus pastillas.
4
A los pocos días estaba en la puerta de la casa un carro negro viejo de esos que usan para las funerarias y dos monjas esperando, una era joven, de unos 25 años, la otra si era mayor, como de 45, María Cristina salía de la casa con dos maletas de cuero desteñidas, su tía la veía por la ventana con cara de alivio, la monja joven le ayuda con las maletas.
-Hola María Cristina, soy la hermana Sofía, te llevaremos a tu nuevo hogar.
María Cristina notaba que la monja mayor la reparaba desde los pies a la cabeza, como si estuviera comprando ganado, María Cristina subió al carro en el asiento trasero , miraba hacia atrás pero sabía que nadie la iba extrañar y que quizás el convento sería lo mejor para ella. El convento se llamaba Santa Cruz de la Popa, estaba en un cerro y tenía una vista bonita, se podía ver todo el mar y la ciudad. El carro llegó hasta cierto punto, después tenían que ascender caminado por una escalera hecha de piedra. Al llegar había otra monja que las estaba esperando.
-Hola hermana Esther, fue un largo viaje y hace un calor impresionante, ¿ya tiene lista la habitación de la joven?
-Si Madre Roberta, ya está lista.
El convento era grande, muy colonial, pero con cierto misterio.
-Le presento a nuestra nueva novicia, María Cristina Rodríguez.
-Es un gusto María Cristina, yo seré tu guía, te daré un recorrido y te llevaré a tu habitación.
Mariá Cristina se sentía muy extraña, las cosas de Dios no eran lo de ella, había un señor reparando una puerta y un joven que era su ayudante, el joven no dejaba de ver a María Cristina, tanto que ya incomodaba.
Entraron al convento, había un olor a incienso que le provocaba náuseas.
-Tengo información de ti, se por todo lo que has pasado.
-¿Información?
-Si, se todo lo que te ha pasado, pero tranquila acá estarás bien.- Le dijo la monja tocando su espalda.
El convento era limpio, agradable a la vista, tenía muchas imagenes y estatuas católicas, por alguna razón María Cristina sentía que ya había vivido en ese lugar, tenía como recuerdos vagos que llegaban a su mente.
-Acá te pondrás al días con tus clases, también harás trabajos manuales, hacemos artesanías, ostias, galletas, con eso el convento se sostiene económicamente ya que lo que nos da el estado no alcanza y cada vez somos más hermanas.
El convento estaba conformado por 1 madre superiora, 2 Madres, 3 Sor, 13 hermanas y 7 novicias incluyendo a María Cristina, cada 15 días tenían la visita del arzobispado Luis Fernando Ospino y su comitiva.
-Esta es tu habitación, más tarde te hago llegar tu hábito, por ahora descansa. Luego te llevaré donde la madre superiora.
María Cristina entró a la habitación, una cama de hierro con sábanas blancas, armario color café, 4 cruces en cada pared, mesita de noche, un pequeño baño interno sin mucho lujo, el piso era un mosaico blanco y negro como tablero de ajedrez, había una ventana con vista al mar donde se podía ver el ocaso, se tiró en la cama, durmió un poco, imágenes del accidente llegaban, sangre, sirenas de ambulancias y carros de policía, despertó agitada y se colocó en posición sentada en la cama, con las manos en la cabeza, alguien toca la puerta.
-María Cristina, soy la hermana Esther.
María Cristina abre la puerta, la hermana le deja una túnica blanca usada pero limpia.
-Acá te dejo tu hábito, te esperamos en el altar para presentarte a la madre superiora.
María Cristina lo tomaba, no le dio las gracias y cerraba la puerta, se dio un baño , se colocó el hábito, le quedaba algo suelto pero cómodo, salió de la habitación, había una hermana cortando unas flores, se le veía triste y haciendo el oficio por obligación más que por devoción.
-Disculpa, donde queda el altar.
La hermana no responde, solo le hace seña con la boca indicando derecho. María Cristina camina hasta llegar a una puerta grande, antigua, con Cristo crucificado tallado, la abrió, la puerta hace un relinchido, hay unas hermanas orando al fondo, el ruido hace que miren hacia atrás, todas la miran, silenciosamente María Cristina se sienta en una butaca, una hermana se acerca a ella sonriendo.
-Hola María Cristina, acompáñame.
Mariá Cristina es llevada a una oficina. tocan.
-Adelante – Dice una voz anciana.
-Buenas tardes madre superiora, le presento a María Cristina, nuestra nueva novicia.
Era una oficina amplia , con una biblioteca al costado, al otro costado había una puerta que tenía un candado grande, María Cristina la miro y le llegaron a su mente imágenes de sufrimiento y sangre.
-Hola María Cristina, ¿te pasa algo? Te damos la bienvenida al convento Santa Cruz de la Popa, este es el lugar que tu necesitas.
María Cristina notó que la anciana no era sincera y que en su voz había algo oscuro, solo la miraba no decía nada, tenía una postura defensiva.
-Creo que debes tener hambre, ya casi es hora de almuerzo, hermana por favor llévela al comedor con las demás novicias.
María Cristina fue llevada al comedor, habían 6 jóvenes en dos mesas distintas, había comida en bufét.
-Tienes que servirte tu misma. – Dijo la hermana que estaba a su lado.
María Cristina tomó carne, dos papas cocidas, ensalada de pepino y un vaso de agua de panela, se sentó sola muy retirada del grupo, la hermana la deja y se despide.
En una de las mesas una de las jóvenes monjas estaba llorando inconsolablemente, alguien se le acercó a María Cristina.
-Hola, me llamo Inés, bienvenida a tu peor pesadilla.
-No se de qué hablas – dice María Cristina confundida.
-Pronto lo sabrás.
La novicia se dirige donde la monja que lloraba y le coloca la mano en la espalda.
-Ya pasó, no te preocupes no estás sola.
Después de comer otra hermana llegó por María Cristina y por dos novicias más.
-Por favor seguirme, les voy a mostrar su área de trabajo.
Son llevadas a una habitación con olor a creolina, habían unas canastas, muchas pepitas, pitas e imágenes de cristo y la virgen del Carmen.
-Hermanas, ella es la hermana Rebeca y les va a enseñar hacer escapularios, tenemos un pedido que debemos entregar el sábado.
La hermana Rebeca les mostró el oficio no era nada difícil, solo metías unas bolitas en una pita hacer un nudo y sale, Inés entró se sienta y se coloca a hacer su trabajo, María Cristina se le acerca.
-¡Oye! que tratabas de decirme con que será mi peor pesadilla.
-Que bonita cicatriz, me gusta ¿Cómo te la hiciste?
-Responde ¿que tratas de decir?
-Mira cara bonita, acá nada es lo que parece, me avisas si puedes dormir.
María Cristina se retira, se sienta en una mesa y se coloca a meter pepitas en una pita.
11 pm, primera noche, María Cristina estaba en su cama arropada mirando el techo, trataba de cerrar los ojos, se estaba quedando dormida, unos gritos la despertaron, sonidos de látigos, más gritos, llantos, más látigos, se levantó, abrió la puerta, se asomó, de la nada es sorprendida, alguien le tapa la boca y la vuelve a meter a la habitación.
Continuará…..
Interesante
Muchas gracias por leerla.
Me gusto
Buenas historias Larry caballero, parecen ficción pero es la cruda realidad…