“Los músculos son como animales de carga dotados de buena memoria.” Murakami
Por : Pedro Conrado Cudriz
Tengo cien años y a veces de manera perturbable, y para reír, digo que en realidad tengo ciento cincuenta años. Lo que quiero decir es muy simple y depende de lo que como, de lo que amo (sexo), de lo que leo y del ejercicio físico que realizo. La juventud y la vejez no son formas dogmáticas de la vida. Son estados existenciales del vivir humano, maneras subjetivas de ser felices.
Sí, he reflexionado mucho sobre la vejez (Yo acepto la vejez con todas sus curvas y pedazos de montañas desgajándose de los cielos del rostro, también las calles vacías del alma con sus aturdidos vicios comunes y relieves salientes, con la decrepitud de la carne, con los nuevos colores oscuros, pecas de tigre en la piel, que la iluminan, con la lentitud del reloj y con todo aquello que ya no es posible, como correr detrás de un ladrón de besos, o insertar sin tino el hilo en la aguja, o ponerse calamitosamente el calzoncillo, pegado a la pared o sentado con la santa resignación de la muerte. Todo esto lo acepto sin remedio. Lo que es inaceptable es la inmortalidad humana, un castigo innecesario, la maldición del destino) pero estas reflexiones no le quitan el interés al cuerpo para seguir sobreviviendo a pesar de todo. Es un poco el malestar de la existencia cuando se piensa en la muerte.
Joe, un amigo de la cuadra, cuando me vio bajar cierto día en la cicla, me dijo impotente: “Nojoda, Peco, me da una flojera increíble levantarme para seguir tus pasos a pesar de que tengo los ojos abiertos antes de cinco de la mañana.
El tema del ejercicio físico lo tengo clavado en la mente desde que leí Murakami: “De que hablo cuando hablo de escritura.” En este libro el autor de origen japonés toca el tema tangencialmente. Debo leer otro de él titulado: “De que hablo cuando hablo de correr.”
Yo hago ejercicio físico desde niño, pero lo hacía sin el conocimiento que implicaba esta práctica. He jugado fútbol toda la vida, pero ahora mi deporte favorito es la bicicleta. Nadie, que recuerde me habló nunca de la salud física y su relación con la salud mental y la salud espiritual. Nadie.
Por los libros y la prensa escrita y digital he alcanzado la información y el conocimiento pertinente para potenciar mi salud física, la mental y también la espiritual. Tres ejes de una vida humana sana. Por ejemplo, en El infinito en un junco, Irene Vallejo nos regala una fotografía de los gimnasios griegos: saunas, espacios para el ejercicio físico, pero también para los libros. Me pregunto por qué en los centros comerciales de Barranquilla y de nuestros pueblos no hay librerías a pesar de lo monumental de las obras. Tienen gimnasios, pero no librerías.
El tratamiento del cuerpo como otro fetiche más de la sociedad funda sus razones en la cultura de masas, en la ley de la oferta y la demanda, en la cosificación de las relaciones humanas: Cuánto tienes, cuánto vales, el cuerpo ofrecido como otra mercancía líquida, según el sociólogo Sygmunt Bauman. Líquida en el sentido que no es un cuerpo duradero, porque su belleza se evapora rápidamente. Pero se puede intercambiar y cambiar como una nevera vieja.
De acuerdo, es respetable que la gente haga ejercicios y vaya al gimnasio sin otra pretensión que la belleza corporal y la salud física. No lo discuto. Pero una vez que la belleza se opaque, ¿qué queda? La democracia requiere ciudadanos integrales, físicamente hermosos pero afilados críticamente. Y eso requiere, como en el gimnasio, carácter, voluntad, disciplina, concentración, inspiración y creación. Murakami cree que sin el carácter es imposible alcanzar el resto de los factores anunciados arriba. Su concepción es que el esfuerzo físico es inseparable del conocimiento total del cuerpo y de la mente.
En mi caso, que paso mucho tiempo leyendo o escribiendo, sentado en el computador, salir todas las mañanas en cicla implica una micro revolución en mi cuerpo, que es, por supuesto, la mente. El cuerpo una vez se acostumbra al ejercicio físico, tira a la lona la flojera, o la falta de voluntad. Hacer ejercicio físico me sienta bien y predispone mi ánimo para el trabajo diario. Inspiración. El resto del día no me falta nada. Esa es la razón para no dejar de hacer ejercicios físicos, porque se extravía la memoria corporal y entonces hay que empezar de cero. Sudar e intentar pasar la frontera del límite del cuerpo físico es un alimento desestresante, la droga natural del cuerpo contra las toxinas de la mente y la vida dramática del colombiano. La palabra euforia (cansancio eufórico) es el vocablo exacto para describir la emoción resultado de un buen ejercicio físico. No dejes de hacerlo, pero tampoco dejes de leer. Ambos inseparablemente forman parte de la vida espiritual de los humanos.
Me encanta la forma como escribes este texto. Murakami es el mejor ejemplo del escritor que corre, escribe y ser profesor, tanto en Japón como en Inglaterra. Al final, tu reflexión invita a pensar en la falsedad de una educación integral discursiva esfadora. Ya en este siglo se comienza a observar que ni bibliotecas ni escenarios deportivos se han incrementado en el departamento. Cada día crecen personas mutiladas en este sentido, agobiadas por el trabajo, el estrés y la incertidumbre de un tiempo sin sentido. Buen texto, estimado, Pedro.
Hice un comentario a este último texto, pero no sé si te pudo haber llegado. Me parece un texto muy reflexivo, bien argumentado y escrito. Murakami es de los pocos escritores que corre y escribe, asi lo demuestra dos de los tantos libros escritos: De qué hablo, cuando hablo de correr y De qué hablo, cuando hablo de escribir, dos textos bien interesantes.
Excelente reflexión don Pedro, y si a la lectura y al ejercicio físico le agregamos la meditación reflexiva, seremos seres que flotan en las nubes excelsas de la consciencia, para no dejarnos embarrar por las imposiciones sociales.