Por: Frensis Isaac Salcedo Fontalvo
El sol de la mañana con su fuerza milenaria pareciera que mostraba su ira porque no se encantaría más con el sonido de la flauta. Las calles de Santo Tomás tenían la apariencia de prepararse para vivir un carnaval intermunicipal de antaño.
Los grupos folclóricos del poblado caminaban a sol caliente en dirección contraria al viento. En los tomasinos había el sinsabor de la ausencia definitiva de Manuel Guillermo Berdugo Herrera, “El mane”, el artista de la música folclórica, el flautero, el rey del pito atravesao, que en contra de su voluntad había comprado el pasaje para el viaje sin regreso, a pesar que Rafael Milán Carrillo, su amigo de travesuras le dijo que si se iba no encontraría vehículo para volver, pero “mane” no paró bolas, prefirió partir dejando a su familia, a sus amigos y a los oídos del pueblo sin las hermosas melodías que él, le sacaba a la flauta con el alma.

Eran las 8:45 de la mañana cuando un coro de flautas sublimes inició su pregón al son de La rebuscona, cumbia insigne de las carnestolendas, anunciaba el inicio del cortejo fúnebre que llevaría a este grande personaje a su última morada. Durante el río humano en el que fue convertido el pueblo de los flagelantes se notaba el dolor salido del alma de quienes incrédulos asistieron a las honras fúnebres en la iglesia central y al panteón, donde fue despedido con aplausos sostenidos y al movimiento de caderas de Kathy, su hija, la reina, que con pollera en mano castigaba al pavimento ardiente por el sol de febrero, bailaba y bailaba, en contra de su voluntad, en honor a su padre que de seguro iba con su sonrisa pícara bailando en el féretro, mientras sus amigos Herederos de la moña tocaban sin cesar. Yo, le dije a Julio Lara, a Joche Barandica y a Milán, que cada golpe del tambor me partía el alma en pedazos y que las flautas no dejaban salir melodías, sino llanto, puro llanto porque se iba uno de los máximos exponentes de la música popular del caribe colombiano.

Mientras las palabras de agradecimientos salían espontáneas de voces melancólicas de amigos y familiares en la iglesia, en el concejo municipal, en la alcaldía municipal y en la corporación del carnaval, la gente se volcó en romería para rendirle tributo a este grande hombre que se convirtió en gloria del folclor.
El sol derretía la piel de las personas como vela encendida en la rueda de la cumbia… las flautas dejaron de sonar… las caderas de Kathy dejaron su rítmico andar… Yisell, su hija, la de la voz morena, no quiso cantar más… la trompeta de Isaac, su yerno, no pudo sonar el minuto de silencio… Mary, su esposa, se quedó desconsolada, sólo con el abrazo colectivo de la gente… los trupilleros lloraron; derramaron lágrimas a cantaros… “Mane”, yace en la tumba fría esperando el vehículo que lo conducirá a la eternidad. Amigo “Mane”, gracias por alegrarnos la vida.
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