Por: Aurelio Pizarro
Tomé el día de las velitas como termómetro del estado de ánimo que nos invade y el resultado es desalentador. Por más que fingimos estar alegres, decirnos a nosotros mismos que aquí no ha pasado nada, la verdad es que hay un halo de tristeza demasiado evidente en nuestros corazones. Ahora viene navidad, año nuevo y carnavales; amanecerá y veremos, pero me temo que la secuela más grave que nos ha dejado el coronavirus es la que nos toca afrontar ahora, y no es física, tiene que ver con nuestras almas.

Más historias
La sociedad corrompida y la crisis de los valores desde el pensamiento Nietzscheano
Tristeza de un árbol
Piso 4