Señor Alian Bossio
Inspector de policía
Santo Tomás
En las dictaduras y en algunos regímenes del mundo se sigue aplicando la tortura del ruido para someter y obtener información del enemigo, método que consiste simplemente en no permitirle al prisionero dormir con la aplicación de altos niveles sonoros, ruidos por encima de los 140 decibeles.
Es una conducta humana inaceptable desde todo punto de vista.
He querido iniciar esta queja/denuncia con este primer párrafo para que usted como autoridad municipal comprenda la importancia que tiene el respeto en la soberana tranquilidad del vecindario.
Es un tema de sensible convivencia barrial.
Y lo de anoche – me refiero al día 14 de marzo- no es un evento episódico en nuestras vidas. Está claro que se desfigura la imagen del que viola la tranquilidad de la noche, quien pasa de ser un apacible vecino y buena gente a ser un terrible sujeto agresor del vecindario.
En esta clase de eventos se generan transformaciones emocionales muy fuertes que afectan las relaciones sociales de los convivientes vecinales, y algo en nosotros, le confieso, sufre mutaciones personales capaces de motivar comportamientos extremos. Hay ejemplos dicientes de los conflictos serios que genera el ruido.
Hay noches enteras donde es imposible conciliar el sueño, y de la inconciencia de la somnolencia se pasa a la consciencia de la vigilia. Le cuento: se rompe algo dentro de nosotros, que después resulta imposible recoger los pedazos que quedan. En esos instantes, como en aquellos otros momentos donde los niños quedan atrapados en situaciones de peligro, soñamos con tener poderes sobrenaturales para deshacer el mal del mundo. Son, le aseguro, imágenes terriblemente apocalípticas.
Señor Inspector:
Usted no imagina la perra noche del día 14. No creo que uno pueda disfrutar de la fiesta, mientras en el cuarto vecino la perra noche agoniza. Y al día siguiente el silencio es un pitico de auxilio en la mente. Los niveles insoportables de los decibeles del picó, se escucharon pasadas las tres de la mañana.
Le confieso que llegué hasta la estación de policía en busca de ayuda. Pero ni Dios ni el Diablo escucharon mi voz.
Debe haber un castigo comunitario ejemplar para estos violadores del silencio y de la tranquila convivencia humana. Le pido por favor, que persuada al vecindario de mi cuadra para que no vuelva a repetir el acto de irrespetarnos a todos con el ruido. Puede usted con ayuda del servicio de Trabajo Social del municipio acompañar a la cuadra en este proceso de resocialización ciudadana. Podría ser un pequeño experimento piloto para ir evaluando acciones de convivencia pacífica entre los convivientes del lugar.
Pedro Conrado Cúdriz
C.c. al Señor Alcalde
C.c. a Secretaría de Gobierno

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