“Todo el mundo me dice que tengo que hacer ejercicio. Que es bueno para mi salud. Pero nunca he escuchado a nadie que le diga a un deportista tiene que leer.” José Saramago.
Por: Pedro Conrado Cudriz
El movimiento es la nueva ola. Todos se mueven, caminan, trotan, montan bicicleta y van al gimnasio a inflar los músculos. El cuerpo está de moda y ronda en el mercado del cuerpo. “La sociedad, dice David Le Breton, sociólogo y antropólogo francés, convirtió el cuerpo en un accesorio, una suerte de materia prima con la que podemos construir un personaje.” Y, sin embargo, la mente vive olvidada en algún rincón del barrio o de la casa. Estamos en la ebullición corporal de la moda, más no del pensamiento.
Se dice que hay que comenzar por uno mismo por su salud personal y seguramente para fortalecer los huesos, el corazón y los músculos. Sin músculos no hay paraíso. Haruki Murakami, el novelista japonés, autor entre otras obras de “De qué hablo cuando hablo de escribir,” tiene claro los efectos del hábito del ejercicio físico en la mente y en el cuerpo, lo entiende como un acto para resistir el encierro y el trabajo duro de novelista. Escribió que hacer ejercicio diario “termina (uno) irremediablemente por poner en cuestión nuestra forma de entender la vida… A mí me resulta imposible llevar y mantener mi voluntad y mi espíritu hacia adelante si no lo acompaño de esfuerzo físico.” Bueno, esa es otra cosa, porque no todos los que trotan o caminan son escritores. De cualquier manera, desplazarse por la geografía de la ciudad es bueno para el corazón y la mente.
Entre las cosas buenas del caminante está la generación de hábitos, disciplina y la confianza física en sí mismo, porque aumenta el sentimiento de bienestar y eleva la autoestima, la energía motivacional del ser humano para moverse en el mundo.
Para aprender a caminar hay que caminar duro y largo tiempo, conocer la resistencia del cuerpo y los límites para poder utilizar el ejercicio físico como una droga, no tan fuerte como las ilegales. Caminar tiene sus secretos o claves según la neurocientífica Wendy Suzuki. Murakami también habla de estas cosas en el libro citado.
Caminar no es un ejercicio para ir de paseo como lo hacen quienes van de compras. Hay que esforzar el cuerpo, llevarlo al límite para que pueda afectar el cerebro. Caminar por caminar no estimula los neurotransmisores: serotonina, dopamina, anoradrenalina, endorfinas, etc.
Según la neurocientífica Suzuki el gran esfuerzo físico – una hora de ejercicio duro, mínimo- afecta positivamente el ánimo, el humor, la atención, la memoria, el cerebro, el corazón, la cadena de las sinapsis, ayuda a controlar el estrés y fortalece la concentración. El individuo mejora la inteligencia, sus respuestas físicas y mentales y la imaginación.
En Finlandia con ayuda de las habilidades blandas: ejercicio físico, deportes, guitarra, música, literatura y poesía, bajaron los niveles de consumo alcohólico entre los adolescentes. El ejercicio físico, por ejemplo, funciona como una droga blanda en reemplazo del alcohol. La educación física genera hábito y al final termina siendo conductual. Porque al hacerlo todos los días y al faltar en la vida de uno, crea malestar emocional y corporal. Nos hace falta como nos hace falta lavarnos la boca todos los días.
Y creo que no es solo el cuerpo al que hay que cuidar, hay que hacerlo también con la mente para la completud espiritual, esa otra energía del alma que nos ayuda a resistir las dificultades de la vida de otra manera. Es decir, hay que construir una filosofía de vida con ayuda de los libros y el autodidactismo para resistir el embate de las locuras del mundo de hoy. El cuerpo inflamado muscularmente es un envase vacío, un engaño humano y amoroso. Nada más.

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