Ojo con el hambre, porque muchas veces es el padre del crimen
Por: Pedro Conrado Cudriz
A veces tengo la sensación de que Santo Tomás es una grande prisión, porque un número estimable de viviendas viven protegidas por estructuras metálicas o de hierro galvanizado. El sentimiento de inseguridad es opresivamente compartido, nadie está seguro o cree estarlo en casa, ni en ninguna otra parte. Los únicos que se sienten seguros son los policías que están anclados en la estación; claro, están armados y conforman una de las familias más largas de la nación.
El cielo brilla para unos pocos y es oscuro para la gran mayoría. Con algo de razón difusa un niño confesó en la parroquia que quería ser policía.
El plantón realizado hace unos pocos días y organizado desde la esquina de una de las redes sociales, tuvo la sal del desencanto, porque muy pocos ciudadanos acudieron a la cita. El resto lo ignoró o por escepticismo, o por comodidad, o por indiferencia, una amalgama de formas conductuales peligrosas cuando la tranquilidad es tan necesaria como la comida del día.
El confort es muchas veces la postura favorita del mal.
Y fue esta vez la voz esquinera de la Red la que le dio al encuentro un sentido peligrosamente informal al tener que reunirnos con un representa de la policía en todo el parque estacionado enfrente de la biblioteca. Informal porque no hubo apuntes ni levantamiento de acta. Fue una reunión de cafetería.
La inseguridad socaba la confianza y la fe en las instituciones, en especial en la autoridad del alcalde y de la policía. Nadie imagina el trauma emocional de la víctima en un atraco, salvo si ha atravesado este callejón sin salida. Entre las secuelas que deja este evento – no ya accidente – menciono la culpa, la rabia y el odio. En la tienda de la esquina, cercana a mi casa, le escuché decir a un vecino que ya tenía arreglada la compra de un revolver para darle bala a un ladrón conocido. Le llamé la atención y su respuesta fue: “Profe, hay que darles bala para diezmarlos.”
Santo Tomás tiene 4 fronteras, dos con Palmar, la interior y la oriental, una con Polonuevo y otra con Sabanagrande. Y otra vía interna que lleva a la zona rural por el barrio Camino Real. ¿No sería estratégico ubicar policías en esas rutas de escape?
Ahora, la alcaldía debe intervenir el centro y otros barrios en el territorio para crear una cultura de cuidado humano. Estarían involucrados los jefes de oficina de la Inspección municipal, de secretaría de gobierno, los frentes de seguridad y la policía. Por supuesto, la policía tiene que ser comunitariamente empática y tener mayor sensibilidad social para dejar de verlos pasar como seres extraños, que es como vemos pasar por las calles a los desconocidos.
La policía como institución tiene que afinar la estrategia de “amistad” o de acercamiento con la población y devolverle la confianza perdida a la comunidad. Ellos no están fragmentados o divorciados de la realidad sociológica de la sociedad y lo comunitario, porque forman parte del todo.
Todos sabemos por los reconocimientos faciales que los ladrones de las motocicletas no son tomasinos en su gran mayoría. Hay que averiguar su origen y procedencia.
Nos preocupa el escaso pie de fuerza acantonado en Santo Tomás, sobre todo si la población objeto de seguridad no solo es Santo Tomas, también lo es Palmar y Sabanagrande. En el caso de nuestro municipio hay 9 policías para 30 mil habitantes y dos o tres de ellos están enfocados en la seguridad. ¿Un policía por cada 10 mil habitantes?
La prioridad constitucional de la policía es la de salvaguardar la vida, honra y bienes de la ciudadanía, lo que los obliga a revisar las estrategias de contención cuando el crimen está o no desbordado. ¿Cuántos atracos ocurren a diario en Santo Tomas y a qué horas? ¿Cuántas viviendas han sido violentadas hasta la fecha? ¿Cuál es el bien específico objeto de robo? ¿Existen números que nos ayuden a medir el fenómeno de la inseguridad? ¿En qué puntos de la cartografía municipal ocurren con mayor constancia los eventos del crimen? ¿Por qué no se ubican más cámaras de mayor resolución para captar e identificar a los atracadores en las calles? ¿Por qué no se programan reuniones periódicas de la policía con la comunidad?
A los tomasinos nos llama la atención la agresividad y la violencia aplicada por los delincuentes a las víctimas con armas de fuego y porque además, ya hubo disparos y heridos e incluso una señora casi fue degollada con arma blanca. Esta es la razón para que algunos ciudadanos especulen que los ladrones no son tomasinos.
Todos somos conscientes que la inseguridad es un fenómeno complejo, porque está integrado entre otros por factores políticos, institucionales, de economía doméstica y comunitaria. El mayor desafío del Estado y la sociedad colombiana es construir un modelo sociopolítico de bienestar para todos, un Estado donde el crimen sea más bien un hecho de la socio-patología humana y no un hecho social causado por la pobreza.
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