Por: Aurelio Pizarro
En los países decentes y con mayor desarrollo social e intelectual, se considera que la principal virtud de un político es la humildad, saber pedir disculpas y renunciar a su cargo cuando comete un error. En Colombia es al contrario, aquí admiramos a quien sabe administrar la impunidad, a quien mejor embolata la cosa, al senador que renuncia a su curul para evadir a la Corte o al ministro o “ministra” que, sabiendo que tiene la mayoría en el Congreso, afronta una moción de censura amenazando con denunciar a quien se atreva a dudar de su honorabilidad.
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