Por: Adalberto Llinas Delgado
Estimados colegas médicos, profesionales de la salud, estudiantes, pacientes y queridos amigos:
En el Día panamericano del médico, comparto mis reflexiones con ustedes desde la trinchera de la praxis diaria. Hablo como un compañero en esta vocación, como un docente de ciencias de la salud, y como un padre orgulloso que ha presenciado la transferencia generacional de este compromiso ineludible. Hoy celebramos un camino compartido, consagrado a la intersección más crítica de la existencia humana: el punto en el que la evidencia científica se encuentra con la fragilidad biológica.
Ser médico es adoptar una filosofía de vida, una constante búsqueda del equilibrio entre el rigor metodológico y la respuesta empática. La medicina, nuestra disciplina, me ha enseñado que el conocimiento científico es la condición necesaria para la intervención eficaz, pero es la compasión informada la que actúa como la condición suficiente para una atención holística. Cada interacción con un paciente es un experimento ético único, donde la narrativa de su enfermedad debe integrarse con el Gold Standard del tratamiento. Honramos esa confianza con humildad intelectual y una prudencia inquebrantable.
Miro a las nuevas generaciones, a mis propios hijos y a los estudiantes en las aulas, y veo el mismo ímpetu que me impulsó. A ustedes, jóvenes colegas en formación, les pido que mantengan viva la llama de la curiosidad crítica. Nuestra profesión exige una actualización constante; eviten que la inercia burocrática o la presión asistencial mermen su capacidad de análisis. El diagnóstico certero se fundamenta en el conocimiento, sí, pero es la escucha activa la que nos permite entender el contexto de la patología. Sean rigurosos en su metodología, incansables en su aprendizaje, y profundamente humanos en su trato.
A mis pares, guardianes de la atención primaria y de la alta complejidad, les reitero mi reconocimiento. Todos compartimos la carga de operar dentro de sistemas a menudo imperfectos, donde los recursos son finitos y la responsabilidad es infinita. En cada uno de ustedes se manifiesta la resiliencia profesional necesaria para sostener el estándar de cuidado. Nuestro compromiso es doble: no solo con el paciente individual, sino con la mejora continua del ecosistema de salud en su conjunto, abogando por la ética y la equidad.
Hoy celebramos al médico en todas sus manifestaciones: al que valida un protocolo en la investigación, al que enseña la fisiología, al que realiza la intervención de alta precisión y, fundamentalmente, al que simplemente ofrece su presencia terapéutica. Celebramos la sensibilidad que nos impide caer en la despersonalización y la ética que coloca la dignidad humana como el principio rector de cada decisión clínica.
Mi invitación, en este Día del Médico, es a reafirmar la alianza que nos sostiene y nos da sentido: esa convicción profunda de que nuestra disciplina es una simbiosis indisoluble entre la ciencia que ilumina y el arte que humaniza. Que en cada consulta pueda convivir el profesional sustentado en la evidencia con la persona capaz de mirar al otro con empatía, respeto y ternura.
Que la búsqueda incansable de la verdad científica no nos haga olvidar nunca la verdad humana de quien sufre, de quien llega a nosotros con su fragilidad a cuestas y deposita en nuestras manos su esperanza.
Por eso, esta celebración es también un llamado a renovar nuestro compromiso:
– Con la excelencia científica que nos exige actualización y rigor.
– Con el respeto por la vida en todas sus formas y etapas.
– Con la defensa inquebrantable de los derechos en salud.
– Con la formación de las nuevas generaciones, que heredarán nuestro legado.
– Con la humanidad esencial que no debe perderse jamás entre expedientes, diagnósticos y protocolos.
Es, además, una invitación a la gratitud. Agradecer a quienes nos enseñaron con su ejemplo, a quienes caminan a nuestro lado y a quienes confían en nosotros en los momentos más vulnerables de su existencia. Agradecer, incluso, a las dificultades que a veces nos ponen a prueba, porque ellas son las que forjan el carácter del médico : aquel que no se rinde, que investiga, que inventa, que sana y que acompaña.
Colegas, sigamos siendo, con valentía, con vocación y con una humanidad innegociable, los custodios y servidores comprometidos con la vida. Porque en nuestras manos no solo se sostiene la ciencia, sino también la esperanza.

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