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julio 26, 2025

La Primicia Noticias

Una Nueva mirada

La espera como rebelión silenciosa

Por: Larrys Fontalvo Rodríguez

“Aun en el silencio más oscuro, la vida sabe esperar.”
— Anónimo

En un mundo que exige inmediatez, rendimiento y constante alegría, el sufrimiento parece no tener lugar. Y cuando aparece, como lo hace inevitablemente, muchos lo viven como un fracaso personal, como una falla del sistema nervioso, del alma o del destino. De ahí que el suicidio —ese silencio final que interrumpe abruptamente el grito existencial— se haya vuelto una pregunta filosófica tan vigente como dolorosa.

Albert Camus escribió: “El suicidio es el único problema filosófico verdaderamente serio.” Lo dijo reconociendo que vivir, cuando no hay sentido, puede sentirse como una condena. Y sin embargo, el mismo Camus eligió no morir. Optó por la rebelión lúcida, esa que no niega lo absurdo de la existencia, pero tampoco le entrega el alma.

Desde la filosofía hasta la biología, la vida ha demostrado que existen otras formas de responder al dolor: no huyendo, no atacando, sino esperando. Sí, esperar. Esa palabra que parece débil, pero que encierra una fuerza ancestral.

En la naturaleza, hay quienes han perfeccionado el arte de suspender su existencia sin extinguirse. El sapo espadeado, por ejemplo, se entierra casi un metro bajo tierra durante las sequías, secándose como piedra, esperando que la lluvia lo despierte. El oso pardo, en los fríos inviernos, baja su ritmo cardíaco y duerme largos meses, sabiendo que la primavera volverá. Ninguno de ellos se rinde: simplemente pausan.

Hasta el universo —tan ajeno a la conciencia humana— parece conocer esta ley profunda. Las estrellas muertas aún iluminan la noche. Las supernovas destruyen, pero solo para crear nuevos mundos. Incluso los agujeros negros, tan asociados al fin, no destruyen: reorganizan.

¿Por qué entonces el ser humano, el único capaz de preguntarse por el sentido, se desespera al no encontrarlo?

En muchas tradiciones espirituales —desde el budismo hasta el cristianismo místico— la muerte no es vista como el final, sino como tránsito. Una pausa más grande. Una migración. Algo se conserva, algo se transforma. Como el sapo, como la estrella, como el alma: todo lo que vive, espera.
Esto no niega el sufrimiento. Lo reconoce. Lo abraza incluso. Pero invita a una nueva lógica: no resolver de inmediato, no escapar, sino aprender a resistir desde otro lugar.
Hoy, cuando millones experimentan ansiedad, depresión o vacío existencial, hablar del suicidio no debe ser tabú, ni tampoco un discurso simplista de “piensa en lo bonito de la vida”. No. Se trata de abrir espacio a una reflexión más honda: ¿Qué pasaría si, en lugar de terminarlo todo, decidieras esperar? ¿Y si esa pausa no es cobardía, sino sabiduría?

Esperar es un acto radical en esta época. Es un grito silencioso que dice: “Estoy aquí, aunque todo me duela. No tengo todas las respuestas, pero aún no me rindo.”
Tal vez no necesitamos soluciones inmediatas, sino refugios temporales. Tal vez la pausa es un tipo de resistencia. Tal vez, como Camus propuso, el sinsentido no se resuelve, pero se habita.

Y quizás —solo quizás— en lo más hondo del dolor, donde todo parece inerte, aún respira una pequeña luz.

A ti, lector, que sufres o conoces a alguien que lo hace: no estás solo. Puedes estivar tu alma, hibernar tu angustia, dejar que el tiempo pase… y ver qué ocurre. Porque incluso en el silencio más oscuro, la vida sabe esperar.