Por: Larrys Fontalvo Rodríguez
“La justicia restaurativa se centra en sanar, no en castigar.”
– Howard Zehr, padre de la justicia restaurativa
En el contexto de una institución educativa oficial, especialmente en nuestra región Caribe, donde las aulas reflejan la diversidad y complejidad de nuestra sociedad, los desafíos relacionados con el clima escolar y la convivencia son tan palpables como el calor que nos abraza cada día. Como docentes, no solo somos transmisores de conocimiento; también somos mediadores en procesos que marcan la vida de nuestros estudiantes.
Uno de los retos más recurrentes es cómo abordar los conflictos en las aulas. Aquí es donde la justicia restaurativa emerge como un enfoque transformador, contrastando con la visión tradicional de justicia retributiva. Mientras esta última se enfoca en castigar al infractor, la restaurativa busca reparar el daño, promover el diálogo y fortalecer los lazos comunitarios. Este enfoque no busca simplemente castigar, sino restaurar las relaciones y sanar el daño causado. Pero para que esto funcione, es necesario transformar nuestra manera de entender y gestionar la convivencia escolar.
Los conflictos en las aulas pueden manifestarse de muchas formas: peleas entre estudiantes, bullying, desobediencia, exclusión social. La justicia restaurativa se presenta como una herramienta efectiva para resolverlos. En lugar de castigar, buscamos que los estudiantes reflexionen sobre sus acciones, escuchen a los demás y lleguen a acuerdos que reparen el daño. Este proceso no solo permite que los involucrados expresen sus emociones, sino también que trabajen juntos para encontrar soluciones que beneficien a todos, fortaleciendo así los lazos dentro de la comunidad escolar.
La implementación de la justicia restaurativa no puede ser solo responsabilidad de los docentes, directivos docentes y docentes orientadores. Las familias y la comunidad juegan un papel crucial en este proceso. Invitar a los padres a participar en talleres sobre cómo fomentar el diálogo en casa y cómo apoyar los círculos restaurativos en la escuela puede fortalecer el proceso. El apoyo de las familias no solo refuerza lo aprendido en el aula, sino que también crea un ambiente de unidad y colaboración que beneficia a los estudiantes y contribuye a la paz dentro de la escuela.
Para que la justicia restaurativa se implemente eficazmente, los docentes necesitan herramientas prácticas. La formación es el primer paso. Los docentes deben capacitarse en técnicas de resolución de conflictos y cómo facilitar círculos restaurativos. Además, es importante crear espacios seguros para el diálogo en el aula, donde los estudiantes puedan expresar sus emociones sin miedo al juicio. La justicia restaurativa no debe ser solo una herramienta para resolver conflictos, sino un espacio para fortalecer la comunidad escolar, donde se fomente la empatía y el respeto mutuo.
La transición hacia este enfoque requiere tiempo y paciencia. No se trata de un cambio inmediato, sino de un proceso gradual en el que toda la comunidad educativa debe involucrarse. Las instituciones pueden comenzar con un programa piloto en un grado específico y evaluar su efectividad antes de expandirlo a otras áreas de la escuela. Es fundamental que el apoyo institucional sea constante y que haya un compromiso claro de todas las partes involucradas para que el cambio sea sostenible.
Es importante mencionar que las políticas públicas en Colombia respaldan la implementación de la justicia restaurativa en las escuelas. El Ministerio de Educación Nacional ha promovido estrategias de convivencia escolar que incluyen prácticas restaurativas. Esto significa que las escuelas cuentan con el respaldo institucional para adoptar este enfoque, lo que facilita su aplicación y expansión.
El cambio hacia un modelo de convivencia basado en la justicia restaurativa no es solo necesario, sino también posible. Los docentes tenemos la oportunidad de ser agentes de cambio, no solo en el aula, sino en la sociedad en general. Con cada paso que demos hacia un modelo de convivencia más inclusivo y respetuoso, estamos contribuyendo a la construcción de una comunidad educativa más sana y un país más justo. En las aulas de la costa Atlántica, donde la calidez humana y la resiliencia son protagonistas, tenemos la oportunidad de ser líderes en este tránsito hacia la justicia restaurativa.
Transformemos nuestras instituciones en espacios donde los conflictos se conviertan en oportunidades de aprendizaje, donde el respeto sea el eje central y donde la esperanza florezca con cada acto de reconciliación. Porque educar no es solo enseñar; es construir un mejor futuro para todos.
Dos cosas, una, El modelo ético de la PNL y, dos, el tema de la inteligencia emocional para toda la comunidad educativa.
Muchas gracias por su comentario profe… Coincido plenamente en que son herramientas fundamentales para fortalecer la justicia restaurativa. La Programación Neurolingüística (PNL) nos ofrece claves para una comunicación más asertiva, empática y efectiva, que potencia el proceso restaurativo al ayudar a los estudiantes y docentes a comprender mejor sus emociones, motivaciones y patrones de comportamiento. De igual manera, trabajar la inteligencia emocional no solo con los estudiantes, sino también con docentes, padres y directivos, es esencial para consolidar una cultura del diálogo y la reconciliación. Las emociones no gestionadas pueden ser fuentes de conflicto; en cambio, cuando se reconocen y canalizan adecuadamente, se convierten en motores de transformación.
Me parece muy interesante el enfoque de la justicia restaurativa en el contexto educativo, especialmente en una región tan diversa como el Caribe. Creo que es fundamental que los docentes no solo se enfoquen en transmitir conocimientos, sino también en mediar y construir relaciones sanas entre los estudiantes. Sin embargo, me pregunto cómo se puede garantizar que este enfoque no se quede solo en teoría y realmente se aplique de manera efectiva en las aulas. ¿Qué estrategias concretas se están utilizando para involucrar a las familias y la comunidad en este proceso? Me parece que sin su participación activa, será difícil lograr un cambio significativo. Además, ¿cómo se mide el éxito de la justicia restaurativa en las escuelas? Sería interesante conocer ejemplos prácticos de casos en los que este enfoque haya funcionado y qué lecciones se han aprendido. ¿Crees que este modelo podría aplicarse en otros contextos fuera del ámbito educativo?
Muchas gracias por tu comentario… Con respecto a la aplicación práctica y sostenibilidad de la justicia restaurativa, es cierto que uno de los riesgos más comunes es que estas propuestas se queden en la teoría. Por eso, es clave desarrollar estrategias concretas y contextualizadas, como la implementación de círculos restaurativos desde grados tempranos, la creación de comités de convivencia con participación de estudiantes y padres, y la realización de talleres comunitarios en horarios accesibles para las familias. Algunas instituciones están empezando con programas piloto en grados específicos, y luego, con base en los aprendizajes, lo expanden. Además, existen indicadores cualitativos y cuantitativos para medir el impacto: disminución de reportes disciplinarios, mejora del clima escolar, aumento de la participación en actividades de resolución pacífica de conflictos, y encuestas de percepción entre docentes, estudiantes y familias.
Me parece muy interesante el enfoque de justicia restaurativa en el contexto escolar, especialmente en una región como el Caribe, donde las dinámicas sociales son complejas. Creo que es fundamental buscar soluciones que no solo resuelvan conflictos, sino que también construyan relaciones más sólidas y sanas entre los estudiantes. Sin embargo, me pregunto si este enfoque realmente tiene un impacto a largo plazo o si solo funciona como una solución temporal. También me parece importante que las familias se involucren, pero ¿cómo podemos asegurarnos de que realmente participan y no solo lo ven como una obligación más? Me gustaría saber si hay casos específicos donde este método haya demostrado resultados tangibles. ¿Qué opinas tú? ¿Crees que esta metodología podría aplicarse en otros contextos fuera del ámbito educativo?
Hola cordial saludo… Sobre la aplicabilidad en otros contextos: sí, la justicia restaurativa trasciende el ámbito escolar. Se ha implementado con éxito en comunidades, entornos judiciales, contextos laborales e incluso en procesos de paz. Lo esencial es adaptar sus principios “escucha activa, reparación del daño, diálogo honesto” al contexto particular.
Respecto a si el impacto es duradero o temporal, la respuesta depende del nivel de apropiación institucional y comunitaria. Cuando la justicia restaurativa se integra como parte del proyecto educativo institucional (PEI), con formación continua, participación activa de las familias y acompañamiento constante, el impacto sí es sostenible a largo plazo. No basta con aplicar el método ocasionalmente; es necesario hacer de esta mirada una cultura de convivencia. Para fomentar la participación genuina de las familias, más que imponerles actividades, se deben crear espacios de encuentro significativos, en los que vean reflejadas sus voces, preocupaciones y saberes.