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junio 19, 2025

La Primicia Noticias

Una Nueva mirada

De castigos a reconciliaciones: construyendo convivencia desde las aulas

Por: Larrys Fontalvo Rodríguez


“La justicia restaurativa se centra en sanar, no en castigar.”
– Howard Zehr, padre de la justicia restaurativa

En el contexto de una institución educativa oficial, especialmente en nuestra región Caribe, donde las aulas reflejan la diversidad y complejidad de nuestra sociedad, los desafíos relacionados con el clima escolar y la convivencia son tan palpables como el calor que nos abraza cada día. Como docentes, no solo somos transmisores de conocimiento; también somos mediadores en procesos que marcan la vida de nuestros estudiantes.

Uno de los retos más recurrentes es cómo abordar los conflictos en las aulas. Aquí es donde la justicia restaurativa emerge como un enfoque transformador, contrastando con la visión tradicional de justicia retributiva. Mientras esta última se enfoca en castigar al infractor, la restaurativa busca reparar el daño, promover el diálogo y fortalecer los lazos comunitarios. Este enfoque no busca simplemente castigar, sino restaurar las relaciones y sanar el daño causado. Pero para que esto funcione, es necesario transformar nuestra manera de entender y gestionar la convivencia escolar.

Los conflictos en las aulas pueden manifestarse de muchas formas: peleas entre estudiantes, bullying, desobediencia, exclusión social. La justicia restaurativa se presenta como una herramienta efectiva para resolverlos. En lugar de castigar, buscamos que los estudiantes reflexionen sobre sus acciones, escuchen a los demás y lleguen a acuerdos que reparen el daño. Este proceso no solo permite que los involucrados expresen sus emociones, sino también que trabajen juntos para encontrar soluciones que beneficien a todos, fortaleciendo así los lazos dentro de la comunidad escolar.

La implementación de la justicia restaurativa no puede ser solo responsabilidad de los docentes, directivos docentes y docentes orientadores. Las familias y la comunidad juegan un papel crucial en este proceso. Invitar a los padres a participar en talleres sobre cómo fomentar el diálogo en casa y cómo apoyar los círculos restaurativos en la escuela puede fortalecer el proceso. El apoyo de las familias no solo refuerza lo aprendido en el aula, sino que también crea un ambiente de unidad y colaboración que beneficia a los estudiantes y contribuye a la paz dentro de la escuela.

Para que la justicia restaurativa se implemente eficazmente, los docentes necesitan herramientas prácticas. La formación es el primer paso. Los docentes deben capacitarse en técnicas de resolución de conflictos y cómo facilitar círculos restaurativos. Además, es importante crear espacios seguros para el diálogo en el aula, donde los estudiantes puedan expresar sus emociones sin miedo al juicio. La justicia restaurativa no debe ser solo una herramienta para resolver conflictos, sino un espacio para fortalecer la comunidad escolar, donde se fomente la empatía y el respeto mutuo.

La transición hacia este enfoque requiere tiempo y paciencia. No se trata de un cambio inmediato, sino de un proceso gradual en el que toda la comunidad educativa debe involucrarse. Las instituciones pueden comenzar con un programa piloto en un grado específico y evaluar su efectividad antes de expandirlo a otras áreas de la escuela. Es fundamental que el apoyo institucional sea constante y que haya un compromiso claro de todas las partes involucradas para que el cambio sea sostenible.

Es importante mencionar que las políticas públicas en Colombia respaldan la implementación de la justicia restaurativa en las escuelas. El Ministerio de Educación Nacional ha promovido estrategias de convivencia escolar que incluyen prácticas restaurativas. Esto significa que las escuelas cuentan con el respaldo institucional para adoptar este enfoque, lo que facilita su aplicación y expansión.

El cambio hacia un modelo de convivencia basado en la justicia restaurativa no es solo necesario, sino también posible. Los docentes tenemos la oportunidad de ser agentes de cambio, no solo en el aula, sino en la sociedad en general. Con cada paso que demos hacia un modelo de convivencia más inclusivo y respetuoso, estamos contribuyendo a la construcción de una comunidad educativa más sana y un país más justo. En las aulas de la costa Atlántica, donde la calidez humana y la resiliencia son protagonistas, tenemos la oportunidad de ser líderes en este tránsito hacia la justicia restaurativa.

Transformemos nuestras instituciones en espacios donde los conflictos se conviertan en oportunidades de aprendizaje, donde el respeto sea el eje central y donde la esperanza florezca con cada acto de reconciliación. Porque educar no es solo enseñar; es construir un mejor futuro para todos.