Por: Pedro Conrado Cudriz
“La incomprensión lectora es un obstáculo para adquirir el hábito lector”. E. Drizku
El ocio es la fuerza del cambio y del desarrollo humano. Irene Vallejo, autora de “Alguien habló de nosotros”, y también de “El Infinito en un junco”, se sorprendió al descubrir que la palabra escuela viene del griego Sholé, que significa ocio. Escribió entonces que “Los griegos pensaban que las horas de estudio son tiempo de recreo para uno mismo, frente al trabajo, que te pone al servicio de un amo o del dinero”.
La escuela y la empresa laboral parecen institucionales carcelarias, porque funcionan con equipos de “guardianes” para sostener el orden. Prohibido el ocio. La escuela nuestra padece el síndrome del automatismo abreviado, que es un tipo de conducta característico de las instituciones afectadas por la rutina de la repetición funcional. Es un tipo de comportamiento inconsciente producto de un sistema robotizado: Los horarios inflexibles de las trece materias, la lucha contra el reloj y las cuatro paredes de los salones. Nunca hay tiempo y cuando lo hay son actos especiales de la jornada escolar.
La rutina que no se rompe es robótica, problemática; en especial si hablamos de la escuela. La práctica del ocio escolar es la cura. Recitales, micro investigaciones, concursos como Yo canto, o los quince minutos de la lectura en voz alta, campeonatos deportivos Intercursos, actividades en la biblioteca, charlas, concursos de lectura, etc.
Es la hechura de la fiesta de la imaginación y el arte.
Y es la lucha contra el reloj, contra la inflexibilidad del sistema y la mecánica de las clases, lo que termina afectando la calidad de la educación en Colombia.
Hace veinticuatro años que el sistema está estancado según el análisis de las pruebas Saber. Mal en lectura, mal en matemática, en ciencias naturales y mal en la ciencia social. No hemos podido desenmarcarnos de la mediocridad institucional.
Según el Observatorio de Gestión Educativa de Empresarios por la Educación, el país no está bien porque las brechas de la desigualdad educativa no se resuelven desde hace dos décadas. Desigualdad entre colegios públicos y privados; desigualdad entre mujeres y hombres; entre la ruralidad y lo urbano; desigualdad entre calidad educativa y aprendizaje; entre pobres y las clases medias y ricas.
El problema no es que los niños y adolescentes vayan al colegio, el problema es la calidad en el aprendizaje escolar. Entonces las preguntas indicadas son: ¿Para qué van los niños al colegio? O ¿Por qué y para qué los colegios?
Las pruebas Saber o Pisas no solo son para generar un producto o un resultado; deben ser también para medir los procesos de formación y aprendizaje, y que no sean solo anuales. Es pertinente un sistema que mida la cadena de la calidad del alumno durante su vida en la escuela.
Hay que rescatar el ocio para poder comprender la lección de los griegos: “La escuela, aunque sea obligatoria, nos hace libres”, según el texto de Irene Vallejo: La escuela del ocio.
Su texto es un comentario que tiene validez y nunca pasará de moda, sobre todo desde lo que plantea la Ley de Educación, en su artículo 14, literal b, sobre el Proyecto Pedagógico del Tiempo Libre. Hay que recordar que la palabra ocio es derivada de Schole, refiriéndose a la escuela de los griegos, que proponían una educación basada en el aprendizaje placentero. Schole (escuela), Otium (ocio), negotium (actividad laboral), licere (libertad), lazer (tiempo libre de los portugueses), leisure (tiempo libre de los americanos), loisir (tiempo libre de los franceses), son términos que históricamente han apuntado al tema de lo que es la tiempo libre y la recreación en Colombia, país que por primera vez reconoce en la constitución del 91, el derecho a la recreación y educar en la misma. En ese proceso de historicidad, el ocio con sus múltiples variantes, en palabras del francés Dumazedier: ocio creativo, ocio religioso, ocio intelectual…etc. Además, en nuestro contexto, el vulgo ha denigrado de la palabra ocioso, sin embargo, el ocio es positivo, a pesar que nuestra educación no propone una educación para el ocio, en aras de ser sujeto, protagonista, más no consumidor. La lectura, el deporte, las experiencias de solidaridad, el acceso a la televisión y programas con sentido crítico, son maneras de abordar el ocio. ESTAR ocioso es un estado de transición y un derecho para los que trabajan, los que realizan un esfuerzo (estudio, trabajo, negotium). Amigo Pedro, el problema es complejo, en una escuela que vive de la espontaneidad y los imprevistos, pero no asume un proyecto que contemple: un ESTAR (escenarios físicos y sociales), un TENER (contar con animadores y recursos para las actividades lúdicas socioculturales y deportivas), HACER (lo que conlleva una praxis de sentido y placer), todo esto para llegar al SER, es decir, SER LÚDICO, SER RECREATIVO, SER OCIOSO. ¿Que hace la escuela en este sentido?
Excelente trabajo profe… Precisamente estoy trabajando en un artículo que complementa lo que planteas del ocio en la escuela, pero desde otro enfoque.