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mayo 8, 2025

La Primicia Noticias

Una Nueva mirada

La contaminación sónica en Santo Tomás

Por: Pedro Conrado Cudriz

Cántico al silencio

Por la desarmonía del ruido

Me apresuro a guardar silencio

Lo custodio con delicadeza en una trampita

Para pájaros deprimidos

No se incomoda

Y trata de disfrutar la luna llena. P.C. C

“Me encanta el sonido de algunas personas cuando se callan.” Mafalda

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Primero hay que tener una visión sobre el municipio para pensarlo y repensarlo. Para parafrasear a Antoine de Saint – Exupéry, “La tierra no es un planeta cualquiera.” Contamos con más de 30 mil almas encapsuladas en la geografía municipal, aproximadamente 100 profesores, unos 5 mil ebrios cada fin de semana y más de 200 cantinas, con turbos rompen oídos, incluyendo tiendas- cantinas y panaderías- cantinas, equipos de sonidos altaneros en las viviendas de algunos barrios de la geografía municipal, una biblioteca municipal paralizada por la burocracia del gobierno local, más de 10 escritores, 5 centros comerciales, profesionales de todos los tipos, unos 12 policías y 4 de ellos para atender la seguridad local, 13 concejales y una alcaldesa en la oceánica soledad conocida del poder, una sola inspección de policía, un personero, un banco agrario, varias iglesias y varias sucursales bancarias, músicos, danzarines, dos grandes colegios y un edificio Casa de la Cultura cayéndose por las heridas que deja el tiempo y el abandono institucional.

Desde la torre más alta, instalada en un edificio descuajado de la ya desaparecida empresa de comunicaciones Telecom, la sola mirada humana no puede capturar el movimiento de toda la geografía del alma territorial donde se asienta la población; igual por las noches se pueden apreciar los fuegos y fueguitos paseando el territorio, unos luminosos y otros medios encendidos como en la historia del libro de Los abrazos de Eduardo Galeano. 

Santo Tomás arde por el ruido ensordecedor y asesino de todos los días y los fines de semana. En casi todas las cuadras hay un aparato musical, que termina perturbando la tranquilidad y la pasiva actitud ciudadana. Y no son solo los equipos de sonidos y los aparatos conocidos como turbos. También se contamina el territorio por el ruido que hacen los buses, las moto-taxis, los vendedores ambulantes, los autos portadores de equipos de sonidos, etc.

La perturbación de los espíritus es de tal magnitud por la contaminación, que es imposible escucharse en una conversación cotidiana cuando se da la explosión sónica, dentro o fuera de casa; tampoco se puede ver televisión, ni estudiar ni leer tranquilamente. Ahora, si se socializara de un tirón lo que arrojó La tabulación de las encuestas, pensaría que “Santo Tomás es un territorio peligroso para la salud mental de todos los habitantes del lugar.”

Lo dramático es que este problema socialmente perturbador se dejó crecer. Es decir, tiene pasado, presente y futuro y ha sido imposible contenerlo, o regularlo por las autoridades locales. Si se educara a los niños desde el prescolar contra el ruido extremo, sería otra cosa, existiría la conciencia de lo público en el tiempo presente y posiblemente a la vuelta de la esquina y por igual, existiría la consideración vecinal y nos convertiríamos en buenos ciudadanos por el ejemplo que nos darían los infantes. Requerimos entonces del modelo anti ruido de los niños.

Hubo una época que Santo Tomás era una verdadera comunidad, porque todo se compartía entre vecinos e incluso el silencio. Pero la perniciosa individualidad del mundo de masas asomó la nariz y nos fracturó la vida. Se dirá que eran otros tiempos, pero ¿Cuándo se pudrió la manzana?

Si existe el problema, existe la oportunidad de resolverlo y para ello la creatividad es fundamental. Necesitamos construir la política del buen vecino.

Del ruido extremo podría pensarse que es un hecho social de la vida como la flagelación. Pero no, es la falta de educación cívica o ciudadana, un problema cultural afincado en la creencia equivocada y salvaje de que cada quien pueda hacer lo que le venga en gana en su casa o por fuera de ella. El hombre es el lobo del hombre, como pensaba Hobbes.

La ignorancia es tan arrogante y dañina, que la mayoría de las gentes al no entender lo público agravian los vecinos. De nada vale el etnocéntrico número de profesionales y escritores del municipio, los músicos y los grupos folclóricos, la casa de la cultura y la infraestructura física de las viviendas y finalmente los centros comerciales que ocupan el territorio. El mito tomasino, ese que se ha tragado el departamento, nos ha hecho un daño inimaginable. Porque no somos lo que dicen los vecinos que somos, ni lo que pensamos que somos.

Si se caracterizara un perfil social y solidario de Santo Tomás, un grueso mayor de los habitantes ocuparía los niveles más bajos en la escala del comportamiento social ciudadano. Estoy convencido que la mayoría de los tomasinos han sido inocentemente pasivos frente a este fenómeno municipal. Nos irrita el ruido, empero no nos atrevemos a romper su círculo doméstico.

La pasividad termina siendo en últimas, normalidad y complicidad.

El ruido nos perturba y eso es lo que experimentamos y sabemos. Sin embargo, hay áreas rojas donde los vecinos están llenos de odio y resentimiento. La relajada vida social y personal de los tomasinos está en peligro de salirse de curso con los reclamos activos y pasivos que genera el sonido extremo. Hay familias que han terminado demandado los negocios generadores de ruido y otras que han logrado llevar la queja hasta la administración pública, secretaria de gobierno, policía y personería. Punto. No ha pasado nada.

¿Cómo explicar el fenómeno social de la contaminación del ruido? ¿Desidia administrativa? ¿Falta de autoridad civil? ¿Pésima educación cívica o ciudadana? ¿Malformación democrática? ¿Todas las anteriores?

De cualquier manera, es un reto la regulación ciudadana frente el ruido extremo para la institucionalidad, la sociedad y los individuos. Está bien la ley, sin embargo, también está bien lo que decía el excalde de la capital, Bogotá, Mockus: la auto regulación ciudadana es la mejor. 

(Parte 1)