Por: Pedro Conrado Cudriz
“Nada hay más bello en este mundo que una mujer bella, de manera que el gran conjuro de todos los males es una mujer bella”. GGM
Para lectores inocentes como yo lo que valida una obra de arte es el terremoto de emociones que ella pueda producirle al lector, la belleza que pueda brotar de sus páginas, el camino de la poesía en la totalidad del texto que nos afecte. En agosto nos vemos está la poética de Gabriel García Márquez, fragmentos, recuerdos, líneas, nubes de la llovizna de los sueños clásicos del escritor genial de Cien años de Soledad, Crónica de una muerte anunciada o El coronel no tiene quien le escriba.
Expuesto lo anterior, trazo unas ideas sueltas sobre la propuesta novelada y sin el drama de la vida real de la infidelidad de la protagonista, Ana Magdalena Bach, más allá de las posturas tradicionales o liberales que puedan tener los lectores de esta novela póstuma.
En agosto nos vemos es una novela que pone en la candela la fidelidad del matrimonio como modelo moral de una sociedad que juega a las escondidas y a la suerte de la hipocresía. En el patriarcado el abuelo tenía derecho a varias mujeres y la pobre abuelita a su marido, el patriarca. De esa historia de machos cabríos ha podido surgir todo lo que García Márquez pudo narrar en esta novela póstuma. Aunque recuerden que ya en Crónica de una muerte anunciada Gabo dibuja el cuadro social de los roles de cemento de las mujeres y los hombres.
Nada nos asombra en el mundo del patriarcado, porque el hombre siempre se ha comportado como lo hace Ana Magdalena Bach en la novela En agosto nos vemos, quién también juega el partido doble de los machos. Ella fractura la estructura machista impuesta culturalmente en la sociedad donde nació y creció. Ella se libera del corsé de hierro del macho y es feliz en su carnaval de infidelidades en cada mes de agosto de cada nuevo año en la isla donde fue enterrada su madre y guardado el secreto del amor de su vida. Nada se podrá juzgar moralmente En agosto nos vemos, mientras la espina infiel de Ana Magdalena Bach no sea otra fotografía más de la realidad sociológica del mundo nuestro. Ella recupera el poder sexual de su cuerpo en manos de los hombres desde hace siglos.
¿Por qué unos sí y otros no? se preguntaba una abuela joven y rebelde hace tiempo.
Un amigo desternillante me dijo de improvisto en la esquina de los remedios de su casa: estoy leyendo la historia de una puta nueva, que se engulle a todos los tipos que quiere y desea en todos los meses de agosto de todos los años en una isla del Caribe colombiano. Yo todavía no había leído la novela En agosto nos vemos, así que la empecé porque la escribió García Márquez y para ejercer mi derecho lector al disfrute. En la medida que la leía, y lo hice en dos lecturas rápidas en mi computador de mesa, me fui deleitándome con la prosa poética y musical de Gabo, mientras la incertidumbre devoraba las páginas.
Definitivamente es una novela con delicadas flores eróticas, porque los encuentros, y sobre todo los orgasmos de Ana Magdalena ocurren en el subsuelo de su cuerpo y en la escritura; lo cierto es que la narración está cargada de una sutil belleza inolvidable, ya que las palabras están puestas con las yemas de los dedos y cosidas con la experticia mayúscula del autor de Crónica de una muerte anunciada…
Sin embargo, el cuento Eva está dentro de su gato está sin discusión mejor estructurado, tiene líneas de trabajo literario de mayor calado y profundidad, rompe, tritura la concepción de la belleza impuesta socialmente. O En crónica de una muerte anunciada, que perfila cuadros sociales y culturales que amarran a la mujer a la cocina y a la casa hasta domesticarla y finalmente la hacen prisionera de los trofeos machistas de la virginidad.
En agosto nos vemos está orillada en la realidad de la novela y no en estructuras hondas que ayuden al lector a develar con mayor profundidad las cogidas y puntadas de un mundo familiar pintado con babas. Bueno sí, García Márquez sabía también de las complicidades lectoras de las que hablaba Cortázar, que el lector también haga lo suyo y termine descociendo los nudos del argumento.
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