Contacto

junio 25, 2024

La Primicia Noticias

Una Nueva mirada

“Cómo hablar de un libro que no has leído”

Por: Pedro Conrado Cúdriz

“Especialmente ahora, cuando se ha vuelto una suerte de moda nerd decir que Weber ya no está vigente. He podido constatar que buena parte de los que afirman eso no lo han leído. Se perdieron esa fiesta, pero, por supuesto, se dan el lujo de pontificar.” Francisco Gutiérrez Sanín, El Espectador, Sobre las fiestas. Abril 26-2024

________

Ayer nada más cayó delante de mis ojos y manos un artículo de un magazín literario, quizás de El Heraldo de Barranquilla, y desfechado, que seguramente tuve que leer y conservar largo tiempo como un tesoro: “Cómo hablar de un libro que no ha leído,” del escritor francés Pierre Bayard, profesor de literatura de la universidad de París.

Y recordé los derechos de los lectores de leer lo que quieran leer y como lo quieran hacer, o terminar de leer hasta el final el texto elegido, o dejarlo a medio camino si no los atrapan. Usted quizá ha escuchado la voz “ese libro no me tramó” con relación al texto que no hundió sus garras en el lector.

Para aquellos desconocidos que tienen amigos lectores y tienen sus dificultades lectoras para seguir las conversaciones e intercambios de opiniones con otros amigos lectores, Bayard aconseja como disfrutar de la ignorancia lectora:

1.       Leer la portada del libro y la contraportada, además.

2.       Leer la reseña.

3.       Buscar los chismes que tocan al autor.

4.       Escuchar a los amigos cuando estén conversando sobre los libros.

5.       Aprovechar la conversación sobre el libro para hablar de sí mismos y explayar la imaginación provocada por la conversa no solo para inventar su propio libro. Porque todos llevamos un libro inédito en el alma.

Eso ayuda al enmascaramiento del huidizo lector de pocas páginas y quizás lo convoque para convertirse en un nuevo espía de la literatura contemporánea.

Y Pierre Bayard remata esta frase salvadora: “Poder hablar con finura sobre algo que uno desconoce vale más que todo el universo de libros.”

Hay que ir desmontando el preconcepto que obliga a todo el mundo a leer. Es un pesado fardo de la vida. Y aunque usted no lo crea es una invención mitológica de la cultura occidental, porque no todos los ciudadanos  están listos para ser los lectores de la cultura convencional en la urbe. Muchos de esas personas sin ser lectores de libros, no lo dude, son ciudadanos felices.

Así mismo, como el individuo lector tiene el derecho de no leer, de no tener celular, ni radio, ni televisión. Porque al decir de Bayard “… hay muchas maneras de leer un libro. Puedes leerlo superficialmente, puedes empezarlo y no terminarlo, puedes ver el índice…”

O puedes comprar los libros que quieras para tenerlos de lujo en la biblioteca de casa, porque finalmente eres un bibliomaniático, o tal vez un compilador de libros que va progresivamente acumulando textos para la postergación de lecturas en un tiempo indefinido y muy rápido, enfermizamente rápido.

Y ahora existen los audiolibros, igual está a la mano de la casa la técnica “La importancia de la lectura en voz alta para los niños,” que se institucionaliza en la familia para iniciar a los niños en la lectura escuchando la voz de un cuidador querido antes de dormir.

Elsy Castro, una amiga para siempre, me contaba en una conversación de almas lectoras, que José Isaías Lobos, su marido, aprovechaba la cena para conversar sobre los textos que él leía, los recreaba, y ella al abrir el océano de su memoria conservaba las esencias de aquellos libros y aprendía a amarlos.

Alguien me contó, como en Las mil y una noches, que existía alguien que tenía la costumbre de leer de los libros las primeras diez páginas, las diez del centro y las diez últimas, suficientes para asumir cualquier provocada conversación pública o privada. Esa técnica evitaba la vergüenza de quedar varado en medio de los diálogos de los amigos y, además, le permitía a esa persona especular sobre cualquier hipótesis inventada en su nombre y sentirse creativo y espiritualmente bien.

En el Club de lectura “Santo Tomás todos los libros,” se observan contertulios que van a las sesiones a escuchar para aprender de los argumentos de la compañía. Creo que luego, ya externos al club, serán ellos los que tomen la palabra para alimentar y alentar a otros en las lides de la lectura. No importa la técnica usada.