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julio 1, 2024

La Primicia Noticias

Una Nueva mirada

Los baños públicos de las escuelas nuestras 

Por: Pedro Conrado Cudriz

Voy en el autobús, llevo un resto de fruta en las manos pensando lanzarla a la vía pública, miro para todos los lados y luego fijo mis ojos al frente, la vía está inmaculada, un pensamiento ético revolotea en mi cabeza y me detiene y pienso en la escuela pública donde estuve ayer, en el famoso colegio Oriental de Santo Tomás, Atlántico, para más señas. Los baños están en una condición insoportablemente asquerosas, no disponibles para el uso humano. Me pregunto por la formación humanista, moral y ética olvidada por el sistema de formación de la escuela.  

No es excusa culpar al mundo de masas y sin identidad y a la pobreza extrema o media de esta calamidad sociocultural escolar, absurda después del invento de las alcantarillas. Algo dentro de nosotros está destornillado y fallando, somos humanos y, sin embargo, resulta inexplicable argumentar que la vida caótica y espiritualmente crítica que lleva la sociedad nuestra, influya en los problemas de higiene de la escuela. ¿Cómo funciona la cultura del cuidado y el autocuidado en el colegio? 

Tantos derechos y lo mínimo, lo universal, es la higiene. No sé, pero en las escuelas privadas de alta alcurnia los baños deben estar en inmejorables condiciones, porque el mundo de los cerdos en aquellos espacios de ricos quedó atrás. Piense en el Gimnasio Moderno bogotano y en los colegios privados de Barranquilla, en los mejores.  La apariencia de humanos está por encima de las máscaras podridas del mundo escolar público.  

Qué tal lo que contó el colombo japonés, Yokio Kenji Díaz en Relatos de inspiración y liderazgo en el tema Inocente creatividad. Trascribo: “Lo que me dejó en un estado de inocencia dispuesto a creer todo fue sentarme en un inodoro de avanzada tecnología que me lavó y secó después de hacer mis necesidades fisiológicas.” 

En el Japón, según el colombiano, Gonzalo Robledo, autor de la Torre de Tokio, columnista de El Espectador, “Uno no usa un inodoro japonés, lo tripula”. 

No sé si recuerdan la acusación de un general de la república contra los soldados, dijo que todavía no sabían limpiarse después de ir al baño para realizar las tareas de la patria. Hasta allá han llegado las mentiras, relacionar los cuidados de la república con el cuidado de la limpieza corporal. 

Lo cierto es que nos han hecho creer que merecemos vivir como cerdos y con toda la pobreza a cuestas, todas juntas, sí, esa vida miserable de los ceros derechos, que sigue pudriéndonos el alma. Lo terrible de estas experiencias púberes y adolescentes del colombiano jodido es que sea la escuela misma, o la institucionalidad, como quieran, quien en su ineficiencia y falta de eficacia humana nos hace creer que no tenemos derechos a los baños decentes.  

El celador me reitero la voz de las excusas de siempre y dijo: “Los pelaos son los que no cuidan los baños.” 

Para terminar, les confieso que llevo mi mochila para descargar la basura, es un aprendizaje de resistencia, contra cultural, un hábito para los cuidados de la ciudad y la tierra.