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septiembre 21, 2024

La Primicia Noticias

Una Nueva mirada

El malestar de los libros 

Por: Pedro Conrado Cudriz

Venga y le cuento, la biblioteca municipal de Santo Tomás está convertida en una bodega de libros. Los libros siguen prisioneros de la burocracia irracional conocida metafóricamente como corbata. Está sin funcionar al público hace seis, siete, ocho meses y más.  

Ya nadie se acerca a leer un libro, ni los niños…  

Sin embargo, todos los días del año van dos señoras bien intencionadas a cuidar religiosamente la bodega de los libros tomasinos. A ellas y a la “bibliotecaria” les pagamos los ciudadanos para que cumplan sus funciones, en especial la señora que cumple muy mal el rol de bibliotecaria.  

Esta última servidora está esperando que los lectores caigan del cielo. 

Acaba de culminar la cuarta feria del libro de Santo Tomás en continuo éxito y, sin embargo, ¡oh! Sorpresa ¡el templo de los libros es una simple bodega. Quedó convertida en bodega por la desidia administrativa municipal.  

Los libros hay que decirlo sin pena, están tristes, porque ya nadie los busca para leerlos, se sienten desgraciados por la falta de manos y ojos amigas. 

Desde la época de Carlos Magno la humanidad ha hecho el grande esfuerzo justo para conservar en los libros la memoria, el saber oral y los conocimientos humanos. Cuando los libros caen prisioneros de servidores públicos como los nuestros, el conocimiento humano termina marginado y despreciado por los administradores. En ello hay ignominia social, igual ignorancia cultural e intelectual, igual falta de pasión comunitaria de aquellos que son guardadores de la fe comunal.  ¡Pobre fe! 

En algunos de estos días que, por las necesidades de la feria del libro, fui hasta la biblioteca, estuve curucuteando los muebles cargados de libros, abriéndole a éstos las alas, los brazos, las ventanas, los cerebros, leyendo los títulos del saber humano y he terminado pensando en la estupidez del hombre, en el desperdicio de autores y libros que están cerca de las manos de todos, pensando en los graves problemas de la salud espiritual del municipio y en este “lujo” incomprensible para los que amamos los libros.  

Les confieso que tengo emociones encontradas, indignación, rabia, desprecio, impotencia, inutilidad y hasta odio. Mientras el mundo humano sufre una crisis de humanidad impensada, aquí en Santo Tomás, la biblioteca ha sido convertida en una bodega guardadora de libros. En ella están los títulos que usted desee, los de la guerra, los de la violencia nacional, los de poesía, ensayos filosóficos sobre el hombre, libros de antropología, literatura, libros y más libros. A uno felizmente le gustaría comprar tiempo para alcanzar el infinito tiempo de lecturas. El sentimiento de vergüenza ajena bañó mi cuerpo, mi espíritu y tuve que bajar la cabeza. 

Les comparto de “El arte de la lectura en tiempos de crisis,” un párrafo de uno de los libros de la biblioteca municipal de Santo Tomás, lo que hacen los libros por los hombres y por la humanidad: “Primo Levi – Viridiana Molinares en la conferencia que compartió con nosotros en la feria del libro este año, lo citó para referirse al título de su libro La zona gris – un prisionero del campo de concentración nazi, le recitaba Dante a su amigo Pikolo en Auschwitz, y los compañeros de Robert Antelme rememoraban poesías que transcribían en pedazos de cartón que encontraban en la bodega de la fábrica. Brodsky, condenado a trabajos forzados en un lugar cerca del círculo polar, leía a Auden y de él sacaba fuerzas para sobrevivir y enfrentar los carceleros.” 

De los libros se dice que nos ayudan a encontrarle sentido a la vida o un lugar en el mundo; otros sostienen que nos reconstruyen y nos dan nuevos alientos existenciales y finalmente que fortalecen las fuerzas psíquicas del individuo lector; otros hablan del enriquecimiento de la vida espiritual. Eso hacen los libros al viento, no los libros prisioneros.