Por: Pedro Conrado Cudriz
“Visto lo que acaba de pasar en Gaza, no parece que la situación vaya a mejorar. Por el contrario. Enfrentados a la heroica resistencia palestina, los gobiernos israelíes han ido modificando ciertas estrategias iniciales, considerando que todos los medios pueden y deben ser utilizados, incluso los más crueles, incluso los más arbitrarios, desde asesinatos selectivos a bombardeos indiscriminados, para doblegar y humillar la ya legendaria resistencia del pueblo palestino, que todos los días añade nuevas pérdidas a la interminable suma de sus muertos y todos los días los resucita en la pronta respuesta de los que siguen vivos”. Saramago. Israel y sus derivados, 22 de enero de 2009.
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Lo terrible de las guerras de Europa (Rusia-Ucrania) y el Medio Oriente (Israel-Palestina) es que hemos terminado siendo espectadores de las conflagraciones de la historia mundial contemporánea sin poder hacer absolutamente nada, así salgamos a la calle a quemar las banderas de Rusia e Israel. Ahora mismo el mundo depende de las bestialidades del poder y de la efectividad mortal de las armas, y consiguientemente de la inoperancia de los organismos internacionales creados para detenerlas.
Vivimos una especie de tercera guerra mundial no declarada.
La creación de Israel en 1948 fue como introducirle un cáncer maligno a la región del Medio Oriente, porque desató o irrigó las fuerzas del mal en la zona. En primer lugar, su creación fue contra Palestina, porque le cercenó parte del territorio e inició la expulsión de miles de palestinos, que no pudieron regresar jamás a su patria. Y, en segundo lugar, se erigió en un aliado incondicional norteamericano, que fue quién apoyó su creación.
La respuesta de Israel contra la masacre de Hamas es tan fiera como la de este grupo armado. Ambos lados perdieron el norte de los limites humanitarios de la guerra.
¿Israel está desalojando y destruyendo la Franja de Gaza para luego colonizarla?
En civiles armados, un documental de la plataforma Netflix, se cuenta la historia de la segunda guerra mundial, se narra como los nazis realizaban las matanzas contra los judíos. En verdad no encuentro ninguna diferencia entre lo que ordenaba Hitler contra los judíos y lo que observo hoy que ordena Netanyahu y su banda de criminales contra los civiles palestinos. Hay una fragrante violación al derecho internacional humanitario (DIH): la obligación de distinguir a los civiles de los objetivos militares y practicar la proporcionalidad a la guerra para evitar los daños colaterales contra los civiles.
Se creía que después de la segunda guerra mundial los gobiernos del mundo aprenderían la lección de la barbarie nazi. Estábamos equivocados, porque el machismo, el poder y las armas de destrucción masiva sacarían de los cuartos secretos de la humanidad otra vez la perversa maldad humana.
Los israelitas vienen erosionando el suelo palestino desde 1948; están convencidos que pueden hacer lo que les venga en gana, porque ya lo han hecho otros gobiernos en otros países. Se reconocen en la maldad de los otros y este reconocimiento les permite actuar contra el DIH. Es decir, se pueden extralimitar y violar las normas que quieran. Les importa poco lo que piense la humanidad de ellos, porque los respalda el diablo gringo y los ángeles negros de Europa. Nadie comprende como Biden al ayudar a Ucrania lucha contra la prepotencia patológica de Putin, pero su solidaridad con el gobierno de Israel, lo convierte en otro perverso Putin. A todos los presidentes de Estados Unidos de Norteamérica nunca les ha repugnado sentarse a mantenles con los peores sátrapas de la humanidad.
Para parafrasear a Saramago, quisiera saber que le dice Biden sobre la humanidad y la democracia a Jill Tracy, la primera dama del imperio, mientras las armas israelitas masacran a los niños, mujeres y jóvenes palestinos en la Franja de Gaza.
En el 2008, escribió Saramago en el Blog El cuaderno: “Contando con la complicidad o la cobardía internacional, Israel se ríe de recomendaciones, decisiones y protestas, hace lo que viene en gana, cuando le viene en gana y como le viene en gana. Ha llegado hasta el punto de impedir la entrada de libros e instrumentos musicales como si se tratase de productos que iban a poner en riesgo la seguridad de Israel. Si el ridículo matara no quedaría de pie ni un solo político o un solo soldado israelí, esos especialistas en crueldad…”
Me pregunto con inocencia infantil por qué en Israel no hay como en Palestina una ruta humanitaria para socorrer a los heridos, o a los muertos de hambre.
Posdata: Recomiendo un documental sobre el tema en Netflix: Nacido en Gaza, ofensiva israelita en el 2014 donde murieron entre otros 506 niños, un grueso de ellos menores de 12 años.
Mohamed, un chaval de 12 años le dice a la cámara: “Cada dos años tenemos una guerra y no podemos aguantarlo… muere gente cercana. Nos bloquean y nos cierran el mar.”
Mahmud, otro de los niños del documental, se le escucha una voz de impotencia: “Cuando ellos entran, matan y destruyen. Lo destruyen todo.”
Otro niño de 7 u 8 años: ¿Qué harán con nosotros cuando seamos grandes? Y en otra toma: “Lo que siento es extraño, cada día le digo a mi madre que quiero morir, me quise tirar del balcón, pero mi hermana me agarró. Vivimos una vida de mierda”
Es tan duro vivir en la Franja de Gaza que los niños no quieren seguir viviendo ahí y predicen como las adivinas, las guerras.
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