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abril 19, 2025

La Primicia Noticias

Una Nueva mirada

Las consignas de la política local

Por: Pedro Conrado Cudriz

  • Por qué lo que escribimos, decimos y gesticulamos significan algo para los demás? “Los pueblos no aman a nadie. Esa es la ilusión por la que luchan sus tiranos.” Emboscadas. P.C 
  • “Los pueblos no aman a nadie. Esa es la ilusión por la que luchan sus tiranos.” Emboscadas. P.C 

El corazón es un músculo poderoso biológicamente hablando. Sí, es fisiología pura. Y todos los animales tienen un corazón. 

Cuando usted escuche a alguien decir que ama a una persona con todo el corazón debe estar prevenido, porque es el viejo uso del lenguaje romántico de los poetas del mar. Uno ama con todo el cuerpo y no solo con el corazón. El corazón al ser un órgano sensible es inestable y explota de emoción en cualquier instante y, sobre todo, cambia las formas del sentir de manera irracional. Amar con el corazón es peligroso, porque este músculo puede resentirse, puede abdicar, puede odiar en las calenturas del debate o el conflicto interpersonal. Alguien que pierda la elección, por ejemplo, puede terminar odiando lo que tanto amó con el corazón. Hay miles de anécdotas que cuentan las decepciones del corazón. 

En estos días de elecciones para alcaldía y concejo municipal he escuchado que algunos candidatos aman a Santo Tomás con el corazón, pero inexplicablemente desechan la mente. Creo que es más fácil decir que se ama con el corazón, que con la mente. Ahora, si es con la mente, no puede ser cualquier mente, tiene que ser una mente universal y no una mente pueblerina. El cerebro es otra cosa, tiene mayores complejidades para el amor. Recuerdo muy bien que Rodolfo Llinás, el neurocientífico colombiano, decía alguna vez que se requiere mucha inteligencia para amar y que no todos los humanos amamos de manera inteligente. 

El corazón siente, pero no piensa. Hablar del corazón es hablar de emociones y el mensaje que se envía al mundo si usa el corazón, es irracional y podridamente romántico. Las emociones no son de un solo color, son la hermosa paleta del arcoíris: dolor, amor, odio, sufrimiento, resentimiento, indiferencia… Además, decir que uno ama a su pueblo con el corazón es pura y exclusiva retórica y manipulación. Se olvida que los pueblos no aman a nadie. En estos tiempos de turbulencia y confusión nacional y mundial la consigna está descontextualizada históricamente, porque el mensajero no ha comprendido nada del mundo en el que vive, solo que utiliza el eslogan porque él cree en la instrumentalización y, además, cree que la gente es tonta y él, muy inteligente. 

Hay otras consignas construidas espontáneamente y sin el rigor semiótico para impactar de verdad al votante: “Diego de la gente,” “Santotomassomostodos.”  

“Mi corazón para Santo Tomás,” es la reflexión génesis de este texto.  

“Diego de la gente.” Uno jamás puede ser de la gente, ni puede entregarse a la gente como un santo, porque pierde la autonomía y las responsabilidades kantianas, aquellas como la libertad y la independencia. Arriba escribí que los pueblos no aman a nadie y agrego: ni siquiera se aman a sí mismos. ¿Se está alquilando la piel para venderse como candidato? ¿Es un producto publicitario de la politiquería? ¿Es un mercader el oferente? Entonces es un cocido demagógico, una despersonalización de instantes para pescar incautos. Además, el eslogan está construido sin el equilibrio de la ética pública y, sobre todo, porque hay una ausencia del picante imaginativo del creador humano. Nada nuevo sobre el cielo y la tierra. Este eslogan no asombra, tampoco las demás consignas.  

 “Santotomassomostodos.” Es la pintura de una esperanza ficticia. Es la absoluta y bien amada retórica. Demagogia y embaucamiento. Tampoco tiene bien ubicado la historia presente, porque está descontextualizada del entorno fragmentado en el que los colombianos experimentamos el modo de vida distópico del país. Los ricos por un lado, los pobres por el otro, los políticos con sus privilegios arrogantes por los lados del bienestar y los votantes, la mayoría, bien jodidos y vueltos mierda. Y tratados como desechos. Hay que decir que el eslogan tiene el fondo del kitsch kunderiano, instrumento ideológico y manipulador, un juego de palabras que finalmente no dicen nada. Es el light de la cultura de masas como sostiene Vargas Llosa en La civilización del espectáculo. Se lee, se escucha la consigna, pero no se cuestiona la orilla ni el fondo. Las consignas son otros espectáculos deprimente. Pintura y más pintura. 

Algunos sociólogos pensaron alguna vez que en Santo Tomás no había conflicto de clases; lo que no hay creo yo hoy es la guerra o la violencia de clases, afortunadamente. Pero el conflicto de clases esta larvado y oculto detrás de las categorías de los estratos y la alienación cultural y política. Si Santo Tomás fuéramos todos, todos viviríamos como los Mejías que hacen y viven de la política.  

“Con el poder del pueblo el cambio es con Gabriel.” Algunos politólogos y sociólogos han planteado el desgaste del uso del vocablo pueblo sin desconocer su importancia práctica en la reconstrucción política y cultural de la sociedad. Y se preguntan por el monopolio del poder de los que tradicionalmente han dominado nuestro mundo y también por la misma maleabilidad del pueblo frente a las demandas esenciales de la vida, excluidas y marginadas por la “democracia” de los poderosos. Cambio, pueblo y democracia forman parte del trio de vocablos que no le dicen nada a la gente. Son simples palabras descoloridas – deberían ser palabrotas subversivas – que no emocionan a nadie. El pueblo, por ejemplo, votó masivamente por Gustavo Petro para presidente, pero en Santo Tomás este voto se ha ido diluyendo en medio de la precariedad y el extrañamiento tradicional que origina el clientelismo político de la nación en las elecciones de alcaldes, concejales, gobernadores y asambleístas. Extraño e incoherente comportamiento electoral. 

“Con el poder del pueblo el cambio es con Gabriel,” es otra frase más entre la abigarrada cartelera de los candidatos; no dice nada ni impacta a nadie. Además, le importa a poca gente. En la actual sociedad de masas, esquiva para lo trascendental, hay que prenderle los motores a la creatividad y la imaginación creadoramente subversiva para obligar a pensar a la gente. Obligar al lector, pienso yo, a ir más allá del contenido del mural.   

“Que el camino sea el cambio para un nuevo Santo Tomás.” Esta consigna es una aspiración sana, pero cambiar el mundo no es tan fácil. Ya las revoluciones nacionales dejaron de ser viables, aquí mismo en Colombia, guerrillas como las Farc abdicaron antes de morir físicamente. Las revoluciones – platean los sociólogos – son más individuales, micro relacionales, pequeños grupos para “infectarse” entre ellos de la decencia y la subversiva ética; también de indignidad política y de innovaciones, o de imaginaciones creativas. Ninguno de los alcaldes nuestros ha tenido la voluntad ni la iniciativa del trabajo “revolucionario”, por ejemplo, con la primera infancia; cuatros años vivos para realizar investigaciones que nos ayuden a comprender socialmente porqué vivimos estancados en la cotidianidad alienantemente doméstica. Los cambios implican toda una generación: veinte años. ¿Qué hay que subvertir y cómo hacerlo? El papel y el aire soportan toda la verborrea humana. El problema es que la realidad es una muralla casi insalvable. ¿Cómo erosionarla para que todos los tomasinos vivan bien?  ¿A quiénes les creemos?