Por: Larry Caballero Gutierrez
Llagaba la navidad del 2009, Antonio fue trasladado por orden de gerencia a otra sucursal de la empresa, era la nueva empresa en el municipio de Palmar De Varela en el Atlántico. Antonio era ingeniero civil y debía estar a cargo de la construcción de las nuevas bodegas, no eran nada fácil dejar su ciudad, su cultura y sus amigos, pero necesitaba el trabajo. Marcela era asesora de seguros de vida, pero debía dejar el trabajo para estar junto a su esposo Antonio, tenían un lindo hijo de nombre Sebastián, Sebastián tenía sólo 6 años, sus ojos eran café como los de su madre y su piel blanca como la de su padre. No conocían nada de ese pueblo, los primeros días estaban hospedados en un hotel, mientras encontraban una casa cómoda para vivir en Palmar. Luego de un par de semanas, un compañero de trabajo les pudo conseguir una casa para arrendar, la fueron a ver, les gustó a la primera, era una casa grande, fresca, algo antigua, con cierto toque colonial, un patio grande con árboles frutales, era lo que estaban buscando; cerraron el negocio y a los pocos días llegó el camión con todas sus cosas. Tiempo después, Marcela consiguió un trabajo como administradora en una empresa de servicio de agua y aseo en un pueblo vecino llamado Santo Tomas. Esto obligaba a la joven pareja a buscar una persona que les ayudará a cuidar a Sebastián y hacer labores en la casa, a Sebastián también le habían conseguido un cupo en una de las mejores escuelas primarias del pueblo.
Tocaron la puerta, Antonio abrió.
– Buenas noches, soy la señora Fabiola, hablamos por teléfono esta tarde.
– Hola buena noches, sí, claro, adelante.
Al entrar a la casa la señora Fabiola, entró también un aire frio que no era normal por la humedad que había.
– Señora Fabiola, tenemos buena referencia de usted, por parte de Carlos, mi compañero de trabajo.
– Sí, claro, conozco a Carlos desde que era un niño, yo aún recuerdo cuando le daba de comer mazamorra de maíz biche.
– Que bueno, permítame y busco a mi esposa para que la conozca.
Antonio fue a buscar a Marcela y al pequeño Sebastián, al cuarto donde estaban viendo televisión.
– Amor, sal un momento, llegó la señora Fabiola.
– Que bien, al fin tendremos una niñera.
Marcela llegó a la sala con el niño Sebastián, la señora Fabiola se quedó viendo fijamente al niño, el niño también se quedó viendo los ojos negros de la señora Fabiola.
– Hola Doña Fabiola, mucho gusto, Marcela.
– Mucho gusto, niña Marcela.
– Bueno mire, estamos buscando una persona que nos ayude con Sebastián, cuidándolo mientras nosotros trabajamos, también necesitamos que nos ayude con las cosas de la casa, como cocinar, limpiar, lavar, también que lleve a Sebastián al colegio y luego lo vaya a buscar.
– ¿Qué horario tiene el niño?
– Está de 8:00 am a 12:00 m, el colegio está muy cerca de acá. Su horario será de 6:30 am hasta las 4:00 de la tarde, la idea es que nos prepare el desayuno y aliste el niño para las clases.
– ¿Cuánto es el pago, mi niña?
– Ochocientos mil pesos.
– Bueno, yo soy es persona que están buscando, dígame cuándo empiezo.
– Que gusto que le interese, ya hoy es viernes, queremos que empiece el lunes .
– Listo, el lunes, no hay problema.
– Mamá, mira lo que hay por la ventana.
– Ya miro, mi amor .
Sebastián veía la sombra de un perro negro, con cola larga que caminaba lentamente hacia la ventana.
– Mamá ven, se acerca; exclamaba el niño más angustiado.
Antonio se acercó para ver de qué se trataba.
– ¿Qué ves hijo?
– Papá, allí estaba.
– ¿Qué cosa, hijo?
– Un perro negro.
– No hijo, eso es la sombra del palo de limón.
– Papá, lo juro, allí estába.
– Eso es por andar viendo esos muñecos hasta tarde.
– Bueno yo me despido – dijo la señora Fabiola mirando al niño.
– Muchas gracias, señora Fabiola, no vemos el lunes a las 6:30 am.
Una fiebre invadió al niño esa noche, Marcela se levantó para buscar medicina en la cocina, al llegar al gabinete, detrás de ella cayó un vaso de vidrio que fue tumbado por gato negro que estaba en la cocina, la ventana estaba abierta, el gato salió de la casa, Marcela cerró la ventana, el gato la miró y luego se marchó.
– ¿Qué fue ese ruido? – Preguntó Antonio.
– No me lo vas a creer, pero había un gato en la mesa de la cocina y tumbó un vaso.
– ¿Un gato?
– Si, debió entrar por la ventana que estaba abierta.
– Que raro, creí que la había cerrado.
– Bueno, ya la cerré.
Marcela le dio la medicina al niño, y los tres se quedaron dormidos en la misma cama.
El día lunes, la señora Fabiola llegó a las 6:30 am; Marcela le da la indicaciones para los trabajos del día, le dice cómo preparar las comidas tanto de ellos como de Sebastián, Fabiola preparó el desayuno, alistó al niño Sebastián, todo lo hizo muy rápido y bien, a Marcela le gustó cómo hacía las cosas, no había duda que habían acertado con su contratación. Mientras desayunaba, Fabiola preguntó.
– Disculpen la imprudencia, ¿Cómo llegaron a esta casa?
– Nuestro amigo Carlos nos ayudó.
– Entiendo, esta casa es una de las más antiguas del pueblo.
– Sí, eso escuchamos.
– Son afortunados que se las hayan arrendado.
– ¿Por qué lo dice?
– Bueno, verán, está casa tenía más de 10 años de no estar habitada, sin embargo, el señor Fernando siempre la ha mantenido como si viviera alguien.
– Sí, está muy conservada.
– Sí, era de su abuelo Leónidas, dicen que falleció de viejo acá en el patio, sentado en una butaca. “Bueno, si me disculpan”
Fabiola tomó los platos y los llevó para la cocina para lavarlos, Marcela notaba que Fabiola detallaba cada lugar de la casa como si tratara de buscar algo.
– Bueno señora Fabiola, nosotros vamos saliendo, en la nevera está la merienda de Sebastián, lo lleva antes de 8:00 am para que lleguen bien de tiempo.
– Sí, señora.
Fabiola se sentó en una mecedora, colocó al niño en sus piernas y comenzó a peinarlo suavemente cantando una canción.
“Hola mi niño, hola cómo estás, el momento ha llegado, pronto lo verás, eres inocente, un ángel de verdad, el túnel está abierto, ya no hay marcha atrás”. Bis.
Continuará…
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