Contacto

julio 21, 2025

La Primicia Noticias

Una Nueva mirada

El periplo cultural por tierras peruanas

Por: Frensis Isaac Salcedo Fontalvo.

Eran las 10 de la noche. Todos estábamos a la espera en una sala del aeropuerto Rafael Nuñez de Cartagena. La angustia de abordar un avión me torturaba las tripas y mi alma porque la última vez que lo hice un mal tiempo en los aires tuvo la oportunidad de mandar a la eternidad a los pasajeros de ese vuelo; nos salvamos de pura vaina. Mi desespero en silencio fue interrumpido por  una voz femenina anunciando a través de los parlantes el próximo vuelo con destino a la ciudad de Lima, capital del país de Perú, con una escala en el aeropuerto El dorado de Bogotá. Yo, estaba en compañía de los integrantes del Colectivo Atlántico, organización dancística liderada por Julia Bocanegra Caballero, también conformaban la delegación el odontólogo Alberto Mario Barandica, gestor de esta hazaña cultural junto con su esposa y su hija, al igual que el médico Daniel Charris Granados en compañía de su esposa y otros amigos, entre ellos Janina García, invitada como reina del carnaval Caribe a  desfilar en el carnaval internacional del Ño carnavalón, que es realizado en la provincia de Cajamarca, lugar situado al norte de Perú, una fiesta de racamandaca que dura tres días y que atrae miles de turistas provenientes de varias partes del mundo. Sin rehusarme, preso del miedo, ingresé en contra de mi voluntad al avión en el cual llegaríamos a Bogotá para luego tomar otro pájaro metálico para llegar al destino final.

Hubo que esperar cinco horas en la capital de Colombia para partir en busca del país de los inca, que nos esperaba con sus encantos milenarios para fascinarnos con el embrujo de su paisaje diverso y deleitarnos con la idiosincrasia indígena y la exquisita gastronomía propia de esa región que cautiva con la sazón a cualquier paladar desprevenido que la deglute como el cóctel Leche de tigre que levanta hasta a un  muerto por sus propiedades afrodisíacas.

Para mi sorpresa al llegar a la capital de los peruanos, me entero que debíamos tomar otro avión para llegar a Cajamarca. La sangre aceleró su velocidad acostumbrada dentro de mis venas; el pánico se apoderó de mi humanidad; no sabía si regresar a mi casa o proseguir a cumplir con el periplo. Juro que en ese momento estaba arrepentido de haber aceptado la invitación para intercambiar conocimientos con los funcionarios de la alcaldía de Cajamarca y participar con mi disfraz de tigre en el desfile del Ño carnavalón, que es el personaje equivalente al Dios Momo griego o al Joselito, Dios propio de las carnestolendas en Barranquilla, cómo lo plantea Guillermo Tedio, dónde propone que el personaje central del festín barranquillero es Joselito, quien parrandea, se burla, goza, muere y resucita anualmente para seguir su parranda. “Sólo un ser supremo” puede morir y resucitar como el ave fénix lo hizo de sus cenizas. Luego de una hora más de vuelo llegamos a la tierra prometida que nos hechizó desde el momento cuando la pisamos como lo hizo Circe cuando mantuvo cautivo en su isla a Ulises.

Por fin en horas vespertinas llegamos y desde el primer instante mis retinas fotografiaron la belleza natural del paisaje salvaje y silvestre con aroma a pureza que se percibe y respira con sólo existir un instante en ese lugar donde la lluvia se conjuga con la temperatura de grados bajo cero cuando las mañanas se marchan y el sol pelea su espacio con imponencia los amaneceres. Los funcionarios oficiales nos recibieron con brazos abiertos; no ví golondrinas regando árboles como suelen hacerlo en Santo Tomás, pero observé el llanto permanente del suelo como niño reclamando golosina.

Nos instalamos en el hotel, salimos a reconocer los sitios tradicionales del poblado de gente amable y hospitalaria bajo el llanto helado de las nubes que azotaban las arenas sin cesar y castigaban las flores variadas plantadas en un gigantesco jardín con nombre de mujer: Las Hortensias. El frío calcinaba mis huesos. Una jovencita flaca de piernas torneadas, nalgas dibujas y belleza de gardenias, advirtió mi pelea contra la temperatura y sutil se despojó de una chaqueta que cubría su escultural cuerpo; me la colocó sobre mis hombros mientras la tierra se enjuagada sus labios de boca innumerable.

La jovencita de ojos café me observaba impaciente mientras saboreaba un dulce exclusivo de la culinaria de esa provincia.  En los brazos de la noche nos refugiamos entre la música andina y las coplas cantadas por los trovadores de la región, quienes como los rápsodas van anunciando los acontecimientos en forma de versos cantados. La retreta en la plaza fue divertida, nuestra delegación se conjugó como verbo con los lugareños que dejaban escapar alegría hasta por los poros. Los aviones quedaron en el olvido. Morfeo nos atrapó y vino el nuevo día. Nos alistamos para el gran desfile acompañado por agua por doquier, las nubes seguían con su llanto y los innumerables espectadores ubicados en los palcos que fueron instalados a lo largo de cinco kilómetros lanzaban globos que contenían agua asemejando una batalla campal donde los perdedores fueron los artistas que danzaban.

El desfile fue colorido. Danzas, disfraces y Cantadores se confundían entre los canticos y atuendos típicos del sistema andino; la diferencia la mostró el Colectivo Atlántico con la estampa de carnaval que presentó demostrando las razones que motivaron a la UNESCO, a declarar patrimonio oral, inmaterial e intangible al carnaval de Barranquilla con sus congos, marimondas, monocucos, garabatos, la muerte, cumbiamberas y el tigre, grupo que fue la sensación de los espectadores. La policromía de los vestuarios y la espontaneidad de sus actores dejó ver la diferencia. Los aplausos se confundieron con el sonido de la lluvia que seguía azotando a la tierra. La hospitalidad de los habitantes de Cajamarca es digna de admiración.

Al día siguiente vino la despedida llena de nostalgia. El sufrimiento del avión se volvió a apoderar de mi humanidad durante una hora que duró el vuelo entre Cajamarca y Lima. La capital de Perú, es una ciudad de hermosos paisajes que en contrastes dan belleza y señorío a su estructura urbanística. Las construcciones barrocas de sus edificios, El imponente malecón que en custodia cela los amores del mar con la arena de boca salada.

El parque del amor donde van los enamorados a instalar candados en ritual para que el amor perdure. La cultura ciudadana de los transeúntes en las avenidas merece nuestro reconocimiento, respeto y relevancia. El amor del peruano por su tierra y símbolos patrios, caracterizan al hombre y mujer, con un sentido de pertenecía por su ciudad, que se nota con el solo contacto visual. Lima es una ciudad hermosa donde el superlativo queda pequeño.

El palacio presidencial nos dejó la apariencia de estar frente a la casa de Nariño en la Bogotá colombiana. Cuando escribía esta hilación de ideas sonó mi celular, respondí a a la llamada y para sorpresa mía era el escritor Aurelio Pizarro Charris, quien desde España, nos manifestó que las narraciones que hicimos durante el periplo por Perú, lo hicieron poner nostálgico porque lo transportaron a su tierra natal Santo Tomás.

Ya es de noche y mañana vuelve el sufrimiento en los aviones de regreso a Colombia después de este encuentro de dos culturas que se abrazaron entre costumbres inca y carnavalera.