Contacto

julio 20, 2025

La Primicia Noticias

Una Nueva mirada

Cuentos de Carnaval

Por: Pedro Conrado Cudriz

Javier 

Tocaron la puerta y su madre se apresuró a abrirla. Vio el viejo disfraz de mico haciendo morisquetas en la calle, pero al observar sus pies cansados y gigantes supo de inmediato que era su hijo. 

-Pasa hijo, por favor. 

Lo sentó en un sillón cómodo del patio y lo ayudó a desvestirse y a quitarse la careta. 

-Pero, no, no eres Javier, no eres mi hijo. 

-Claro, madre, soy yo, Javier, tú hijo.  

La fiesta 

Lo vio llegar y pensó en la locura y no le pareció extraño verlo hermosamente vestido de mujer, y se dijo para sí misma: “Bueno, el mundo ha cambiado tanto, que no resulta extraño ver a mi marido con traje de mujer.” 

Se sentaron a la mesa, ella con sus atuendos tradicionales y él ataviado con una pollera ancha y colorá y una blusita pudorosa que apenas le cubría los pechos preciosos de quinceañera y además, labios color carmesí y unos aretes colgantes recargados de coquetería.  

– ¿Y ahora qué?, Le cuestionó. 

-No entiendo, mujer, fue su respuesta. 

Se miraron de frente, él muerto de la risa y ella con su rostro adusto, complicado, tan complicado que parecía real. 

-Bueno, preguntó: ¿Y cuál de los dos es el marido y cuál es la mujer? 

-Esas preguntas no se hacen en los días de carnaval, Camila. 

– ¡Ah no ¡Y entonces ¿qué quieres que te pregunte? 

-Nada, nada. 

Ella sirvió nerviosa la comida y lo hizo en los platos recién comprados y lo vio atragantarse sin remedio, afanado por irse de la casa para la larga parranda de la vida. 

-Me imagino que no pensarás salir así a la calle, le dijo Camila. 

– ¿Y por qué no? 

-No te imaginas lo que va a pensar el barrio, los vecinos, tus propios amigos, amigas y tus hijos. 

-Que piensen lo que les dé la gana, incluso que soy marica, le dijo él muerto de la risa.  

-No puede ser, Archibaldo. No puede ser. Sobre mi cadáver saldrás hoy a la calle. 

Él la observó de pies a cabeza y luego comenzó a reírse hasta sentir los huesos del rostro morirse de gozo, se contorsionó tanto su cuerpo que en el estómago se mezcló el placer y el dolor, y un chorro de lágrimas se deslizó por sus mejillas enmascaradas por la pintura del rostro. Se cansó de reír y poco a poco su rostro adoptó la máscara de la seriedad del carnaval. 

– ¿Mujer, no estarás hablando en serio? 

-Nunca en mi vida he sido más seria, contestó Camila. 

Hasta aquellos momentos, Archibaldo había creído que el carnaval lo permitía todo, incluso el juego de su mujer de hacerle creer que ella estaba loca de remate. Algo estaba ocurriendo y él intuía que en el barullo de la fiesta, algo se estaba rompiendo en la cuerda del domingo de carnaval. La cosa era tan seria que el arma de mesa que blandía Camila en la mano derecha y la actitud decidida de usarla, le advertían que aquel día sería eterno.