Por: Pedro Conrado Cudriz
Hace días logré escribir en el Facebook una nota sobre el salario mínimo, en ella decía que además de ser una frontera de clase social, era parte de una política económica planeada para la desigualdad social (el índice Gine 2021 fue de 0,523, catastrófico para la igualdad social.) El mínimo es una frontera entre los que viven como reyes y los más pobres de la sociedad, un límite trazado por los dueños avaros del capital para continuar sumando sobre lo acumulado una y otra vez más capital o dinero para surtir y fortalecer los negocios y su vida privada.
Es una política en contra de la justicia social.
En el año que corre -2022- el valor del salario mínimo quedó en $ 1.117.172.00. Y terminó aporreado gravemente por la inflación, que fue más del 12%.
Para el año que viene -20223- el acuerdo entre los empresarios, los sindicalistas y el gobierno, el salario mínimo quedó establecido en $ 1.300. 606. 00 pesos, que incluye sueldo ($1.160. 000) y subsidio de transporte ($140. 606).
Creo que lo que no han logrado entender la mayoría de los empresarios en su obsesiva avaricia, es que si todos los ciudadanos viven, o vivimos bien, habrá menos trauma social en la sociedad y todas las guerras serán cadáveres desahuciados para la gloria.
En la actualidad a las gentes no le alcanzan lo que ganan para comprar las mismas cosas de todos los días, que en marzo de este año si podían comprar. Además, han dejado de comer otras cosas que antes compraban en la tienda de la esquina.
La inflación según los expertos, no es igual para todo el mundo. Para los pobres es peor: 14,4% y para los más pobres no hay relatividad, no hay manera de nombrarla por el horror que implica.
En Colombia hay 3.4 millones de asalariados, ciudadanos que están obligados a desconectar la nevera antes de dormir, apagar los bombillos desde que llega la noche, en fin, llevar la cuenta de todos los gastos para tener conciencia de lo jodido que está el costo de la vida en sus vidas.
No hay manera de ahorrar un centavo.
Un amigo parafraseando a Montaigne me dijo: “Aire (el prestador del servicio de energía del Atlántico), me da mucho si no me quita nada, y me hace bastante bien cuando no me hace ningún daño. Pero…”
El gobierno nacional para intentar mantener el poder adquisitivo del salario mínimo para el 2023 va a sindexar -control de precios- más de 200 precios de productos entre bienes y servicios: vivienda, arriendo, transporte, comercio, multas, procedimientos notariales, energía eléctrica entre otros bienes y servicios.
Sobre el salario mínimo se han dicho tantas mentiras que la mayoría no las cree, o simplemente no las entiende. Hay una que es el caballito de batalla de los poderosos capitalistas que nos tienen jodidos: “Se van a cerrar las empresas y no habrá más empleo para las gentes.”
En El Espectador, Julio César Londoño, los desmiente. En su nota –“El mezquino aumento del salario mínimo”- cita a empresarios colombianos que están por encima del pago del salario mínimo legal: Maurice Armitage, caleño, les paga a los empleados de servicios generales 2,3 millones mensuales y de ahí hacia arriba los salarios van subiendo justamente.
Pero también cita a otros empresarios marcianos: Palmolive, Carvajal, Cartón de Colombia.
Londoño cita a Armitage para repetir su voz justa: “La gente vive mejor, compra todo… y la economía se dinamiza.”
Es decir, que la gente viva bien no significa que se quiebren las empresas, todo lo contrario.
Un sociólogo español decía hace mucho tiempo que, si la gente vive bien, la sociedad sufre menos traumas sociales en un año.
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