Por: Pedro Conrado Cudriz
Siempre quise escribir breve. Esa es la razón por la que escribo aforismos, poesía o cuento corto, sin excluir las columnas de opinión de cuatrocientas palabras. O la lectura de Borges, Cioran, Leila Guerreiero, entre otros autores. Alessandro Baricco, el escritor italiano, fue últimamente uno de mis descubrimientos más increíbles. No dejo de pensar en la propuesta estética de Iván Fontalvo, coterráneo excepcional.
En la feria del libro tomasina compré de Mario Mendoza “Leer es resistir” y “La locura de nuestro tiempo.” Libros cuya armazón se cocina a partir de la escritura breve.
En el proemio de “La locura de nuestro tiempo,” el autor escribe: “Este libro se me cruzó de manera transversal y no estaba en mis planes. Quería regresar a la brevedad, a esos textos de una página en los cuales hay que dar en el blanco en muy pocos renglones.”
Hago esta introducción para promocionar la lectura de los dos libros de Mario Mendoza citados arriba. Él es también el autor de la novela Satanás, llevada al cine.
En los dos libros citados, “Leer es resistir” y “La locura de nuestro tiempo,” Mendoza promociona los libros que ha leído en su vida y no deja de fluir en ellos mágicamente su experiencia lectora, más en el primer libro que en el segundo. En este último, “La locura de nuestro tiempo,” nos cuenta historias que han sido excluidas del radar de los medios de prensa mediáticos. Algunos son asombrosos, otros lúcidos como el de la ciega, o el que comía tierra, o el lobo solitario, o el marido y padre que desaparece de las barbas de la familia para vivir en una casa vecina.
Cito de su anecdotario algunas versiones gozosas o lucidas:
Una joven le pregunta a Woody Allen: “¿Usted cree que el sexo es algo sucio? Y él, con su fino humor de siempre, sonriendo. Respondió: – Si se hace bien, sí.”
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“Pero nada me impacto tanto como dos palabras que alguien había escrito en el muro de su casa: Thanks, Katrina. Me demoré unos segundos, pero entendí. Gracias, Katrina, gracias por tanto dolor, gracias por haber matado a los nuestros, gracias por dejarnos solos y abandonados, gracias porque nos quedamos a la intemperie, gracias por el hambre y el frío, gracias por ponernos a prueba.”
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“… Leí un poema de un solo verso, un poema de la tribu de los navajos en Norteamérica. Lo habían escrito en una nueva cueva, en una pared y era un texto anónimo: Salta, ya aparecerá el piso.”
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“Sufrí un punto de giro, un instante en el cual la conciencia capta algo que sólo puede asimilarse en una situación límite. Recordé un verso de Octavio Paz que está en el poema “Piedra de sol,” un verso que dice: el olvidado asombro de estar vivos.”
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Recuerdo las discusiones entre los amantes de la brevedad y los textos de largo aliento como las novelas. Creo que son versiones preconcebidas y subjetivas porque el arte no tiene estas preocupaciones por los estilos cuentísticos o poéticos. Después que sea arte, que sea breve o denso da lo mismo, porque siempre será arte.
Se sabe que la novela es un océano abierto al universo, mientras el cuento es la obra extraordinaria de Messi driblando en el punto penal hasta lograr contra todo el mundo el gol.
En una de las extraordinarias conversaciones entre Borges y Sábato sobre el tema, dice Borges: “Es cierto, el cuento es un breve sueño, una corta alucinación.”
Y Sábato sobre la novela: “La novela es un continente. Hay de pronto que cruzar pantanos… o correr largos caminos.”
Lo que yo sé de la brevedad es que en el texto que escribes te juegas la vida. Si vas a nadar que sea en aguas profundas.
Mago de la brevedad
Siempre es bueno leerte