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abril 19, 2025

La Primicia Noticias

Una Nueva mirada

Democracia de papel higiénico

Por: Pedro Conrado Cudriz

Cuenta Nicholas Kristor, del New York Times News Service, en un artículo con fecha desconocida, fundido en viejos papeles y titulado: “El campo de batalla por los valores estadounidenses en un tren rumbo a Portland,” la valentía de tres ciudadanos que arriesgaron sus vidas por defender la libertad al enfrentar a un sujeto blanco armado y racista, que agredía a dos jovencitas musulmanas indefensas, y más que resaltar la valentía, resaltar las últimas palabras que pronunció moribundo Namkai-Meche uno de los héroes estaudinense en el tren: “Quiero que todos en el tren sepan que los quiero.” 

Este testimonio de amor por el prójimo va más allá del drama y la tragedia del tranvía y se inserta en ese sentimiento gaseoso de la esperanza, que pareciera funcionar en una sociedad individualista e indiferente, salvajemente consumista y violenta, como la gringa e irresponsable consigo misma y con el otro, según David Brooks, periodista del diario The New Time.

Traigo a cuento esta anécdota violentamente aterradora de la prensa norteamericana, quizá porque los estadounidenses tienen iguales razones históricas y sociológicas que nosotros para ser menos esperanzados, a pesar de la abundancia mal repartida que tienen. Y a pesar de estar disolviéndose como sociedad, igual que la nuestra.  

Siempre me he preguntado por qué la gente es deportivamente optimista en un país violento, provocadora e inhumanamente pobre como el colombiano. Confieso que me gustaría tener la fe del hombre de la calle que cree que todo va a pasar pronto, mientras el mundo se descuaderna solo. 

A veces río y le juego sucio al alma, pero en el fondo de mí rebelde corazón existe la conciencia apocalíptica de la falta de esperanza, mi convicción radical y pútrida. Creo además, que ser optimista es una de las tantas formas enajenantes de la pasividad “religiosa” nuestra e incluso irresponsable con el mundo. Y es la mayor de todas las irresponsabilidades, porque somos extrañamente egoístas al sembrar en los demás esperanzas inútiles, o estados de fe que todos los días se desvanecen en el aire por todo tipo de crímenes en las ciudades y pueblos de la nación.

Simone de Beauvoir, en una entrevista hecha en 1965 y realizada por Madeleine Gobiel, confiesa asombrada, que fue “estafada”, porque “… la vida me ha hecho descubrir el mundo tal como es, es decir, un mundo de sufrimiento y opresión, de desnutrición para la mayoría de la gente, algo que no sabía cuando era joven e imaginaba que descubrir el mundo era descubrir algo bello. En ese aspecto también fui estafada por la cultura burguesa…”

El optimismo es otra joya de la estafa, otra manera de mentirnos a sí mismos para creer que todo se arreglará en el día de mañana. Es decir, en el futuro. Pero los gobiernos nuestros ya no saben dónde meter tan población muerta de hambre y como escabullirse de la barbarie del crimen. 

Renuncio a ser optimista y además, protegido por una democracia de papel higiénico.

pedrocudriz@hotmail.com