“Hubo días que sentí que no era el mismo.” P.C.
Por: Pedro Conrado Cudriz
La primera observación es la conciencia de la muerte; está en el primer plano de la mente. Puede ser estúpido ignorarla.
Están los que se han ido y los que todavía quedamos a la deriva de nuevos acontecimientos y duelos. Están los enfermos de Covid-19 y los que ya superamos el contagio. Dos países distintos que se cruzan por el dolor y la pena.
El duelo es amor al ausente, amor por los que se han ido; también es la herida de un dolor insoportable. Una desgarradura de alma que la curará después la calma del tiempo.
Todos tenemos maneras distintas de enfrentar la muerte. Miedo. Terror. Aflicción.
Y en medio del miedo al contagio y en paralelo a este fenómeno azaroso, está el terror a morir en las calles por las balas de los policías asesinos, otra plaga salvaje de la represión oficial en tiempos de Coronavirus y el paro nacional.
Uno puede odiar este país si un hijo cae muerte por una bala dirigida por las fuerzas vándalas y represivas del desorden policial. Odiará el territorio hasta la muerte y Colombia será otro país, el de las peores noticias: la nación nunca soñada.
Nos ha tocado ver morir a los amigos, a los familiares, a los vecinos y a los connacionales con la misma impotencia del vivir en medio de una guerra ajena. Y todavía nos asombramos a pesar del golpe inesperado de la muerte.
El asombro sin embargo, es la cura, el deseo de seguir adelante porque la vida continúa y porque el duelo nace del dolor que reafirma la vida de los que todavía quedamos zarandeados.
El duelo es un ritual cultural, social, un invento sabio para enterrar a los muertos y también para que los vivos sigan vivos.
La gran pregunta es la que sigue: ¿En los días de la muerte cómo hacen los vivos para defender su cordura?
La muerte también implica rabia, una emoción para negar lo innegable, aunque tal vez implique vivirla contra la realidad, contra el mundo y contra la misma muerte.
¡No es posible!, dice uno cuando le informan la muerte de un amigo entrañable ¡No es posible! Y enseguida percibimos la presencia de la rabia en el cuerpo. Entonces es cuando uno vomita su dolor contra la muerte:
Muerte
Muerte,
Mataste a mi madre,
Muerte, hija de puta, la mataste,
Y por qué no fui yo el muerto,
Has matado medio país
Y tuve que brincar entre una montaña de cadáveres,
Como los días de las mil guerras nuestras,
Haz hecho una fiesta con la guerra,
Mataste a Mamá,
Muerte, hija de puta.
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