Por: Aurelio Pizarro
Ayer me llamó el poeta Santodomingo y estuvimos comentando el caso del pastor evangélico -y ex profesor de la Universidad del Atlántico- que convenció a varios estudiantes y sus familiares de que debían vender algunos bienes para convertirlos en un diezmo magnífico con el que preparar la resurrección de su hija, prevista para mañana 28 de enero. Allá los tiene cautivos, haciendo ayuno en una finca del corregimiento de Isabel López. Lo que no logramos explicarnos ni el poeta ni yo, durante casi media hora de análisis, fue cómo era posible que en pleno siglo XXI y en el marco del quehacer universitario -que se supone intelectual-, pudieran suceder barbaridades como esta.
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