Por: Pedro Conrado Cudriz
“Yo soy ese puntito frágil y convulso del universo, que se muere por ti.” El Gato sin botas, de mi autoría.
No sé si soy un individuo o una persona, o ambas identidades a la vez, o un ser cuando duerme y otro cuando experimento la vigilia. De este enjambre de cosas y confusiones he llegado a un acuerdo con mi yo:
No soy nada. Nada, que es como decir no existe.
Bueno, es interesante hacer las aclaraciones. Creo que estas categorías socio-culturales no son iguales, porque la nada es diferente a lo inexistente. Lo que no existe, no existe. Por ejemplo, los mitos. La nada en cambio, es una construcción metafísica de un problema filosófico de hondo calado. Cuando pienso después de un trascendental debate íntimo y de corte filosófico, que no soy nada, estoy intentando comunicar algo así como estoy vivo, aunque mis esfuerzos hayan sido inútiles para alcanzar algún resultado plausible de lo humano.
Y usted que me conoce dirá: “existe en la materialidad de la carne, empero su existencia es irrelevante.”
Decir que Dios existe es otra de las locuras de la fe humana, traspuesto poder en una potencia volátil, en un acto mágico en el cual el hombre pierde sustancia, mientras el ente mágico gana poder.
Surgir de la nada plantea, en cambio, filosóficamente hablando, una revisión a fondo de las mil maneras como llevamos nuestras existencias. En este caso, la mía, que necesita de nuevas búsquedas y nuevas metas para alcanzar la flecha aquella que cruce los mojones fronterizos de la nada.
La nada siempre ha sido un faro en todos los tiempos, un precipicio donde a nadie le gustaría caer. Sin embargo, es un poderoso imán, un campo de atracción donde las cruces de la muerte están sembradas en varias direcciones invisibles. Eso de que la nada es profunda, provocativa y practicante, no es un descubrimiento resiente, siempre al sujeto humano lo ha atraído esta belleza marina, esta duermevela.
Y aquí estoy convencido de algo: la humanidad toda ha luchado siempre contra la crema de este helado apetitoso, vicioso. El progreso que hoy disfrutamos a media máquina los latinoamericanos es el producto de esta lucha tenaz contra la ausencia de esencias.
La nada gravita entre nosotros como un polo de atracción poderosa entre lo útil y lo inútil. Dicotomía existencial. Recuerde sus posturas en la cama, en el juego de naipe, en el dominó o el billar. Y esta lucha es infinita en la medida en que la vida del hombre, la historia, es un entramado cíclico, el eterno retorno. Después de la rotación de la tierra no puedes estar siempre en la misma postura.
Solo se que nada se…..