Por: Pedro Conrado Cudriz
“Leer me donó una pasión, y en realidad no sé hacer otra cosa, que leer y escribir. Claro, se freír un huevo, hacer tinto, sacar a Bruce, el perro de casa al patio para evacuar sus entrañas, y hacer los mandados de casa. Pero leer y escribir es otra cosa, es ir más allá y en contra de la vida doméstica, esa que se traga como un tiburón hambriento las energías del cambio.”
En diciembre nos llegan las brisas de finales de año, un alivio en medio de un verano provocador y en el centro de un tiempo de lluvias frenéticas en el resto del país.
El verano es un bálsamo para el cuerpo después de tanta lluvia.
Y por primera vez en la historia, y en el patio de los tomasinos, estamos en la celebración de la apertura del club de lectura “Santo Tomás todos los libros,” que abrió las puertas y ventanas para octubre del año pasado (2023), motivado por el profesor Félix Pizarro.
Nunca antes en la vida tomasina había ocurrido algo tan eterno para el espíritu humano. Rompimos el record de lo insostenible, de la ciclotimia, y cabalgamos en medio de los catorce libros leídos durante más de un año.
Hemos cabalgado con la mística de la feligresía de los amantes de los libros y la lectura.
El Club es un caso de casos, y extraordinario, además, porque no es un espacio para la realización de los espectáculos tradicionales de carnaval o de fiestas patronales; no es un espacio para ir a bailar o libar tragos. Se trata de ir a conversar sobre lecturas e incluso ir más allá de los textos, lo que ha implicado la fracturación de la costumbre de asistir a un evento social a partir del sobre estímulo de la parranda, el jolgorio, o la recocha, que es casi lo mismo.
La lectura del libro es la apertura de la fiesta de la mente, o del espíritu. Los que hemos quedado prendidos mágicamente de algún libro, sabemos de las emociones que despierta en los lectores un texto subjetivamente provocador. Es una energía extraña y fuerte, que puede ser eufórica, una energía que nos expulsa hacia la realidad externa del libro.
(El diccionario de la real academia define la euforia como un “Estado de ánimo extremadamente optimista, que se manifiesta como una alegría intensa, no adecuada a la realidad.”)
Es ni más ni menos lo que sentimos cuando estamos fascinados con la lectura de un libro que nos atrapa. Nos pueden dar ganas de patear el mundo, de transformarlo, de ir a casa de un amigo para convencerlo que vale la pena leer lo que sea, pero leer. A veces, en mi caso, he estado tentado a reunir a medio mundo para contarle lo que he aprendido cuando he leído por ejemplo “La muerte contada por un sapiens a un neandertal”, o “La vida contada por un sapiens a un neandertal” de los autores españoles, Juan José Millàs, escritor, y el paleontólogo Juan Luis Arsuaga.
Sé que es impetuoso y puede ser irracional lo que relato, pero es el efecto de la droga del libro.
(Estoy nadando en la voluminosa nada, atascado en la montaña de barro de mi vida cotidiana, atado a los círculos infernales de la repetición. A veces siento que nado en el vacío y sin destino cierto.
Un pájaro aburrido de tanto vuelo en el cielo infinito deja caer en mi cabeza la flor.
En otras ocasiones siento la soledad de la carne, su aislamiento del mundo y estoy absolutamente convencido que la creencia de ser alguien es un tema de ego y me resisto a ir más allá de la carne; me opongo a salir de mi cuerpo.
No es fácil enfrentar existencialmente está crisis de mediodía si no tienes una salida de salvación personal, un libro, por ejemplo, buenas conversaciones con amigos salvavidas, escritura creativa, un viaje en el territorio conocido, unas buenas noches o unas buenas mañanas literarias.
Alguien apuntó tinoso con su dedo índice alguna mágica página del universo para introducir el alma en un libro, que es tan salvador y terapéutico como la droga misma de la calma.)
En eso estamos en el club de lectura: “Santo Tomás todos los libros.” Y para celebrar la fiesta del espíritu a finales del mes de diciembre nos vamos a reunir en algún punto geográfico del territorio para compartir esta experiencia del otro mundo. No habrá pavo, pero si gallinas y vino, ¡carajo!, bien merecido por nosotros y por Santo Tomas de Villanueva.
Gracias, Félix Pizarro por arrastrarnos a las mágicas páginas de los libros. Por igual, gracias a los que se han convertido en socios cómplices de esta excepcional experiencia local.
Genial Peco, es magia lo que produce la lectura
Buen día estimado (son las 10:30 acá), me alegra que ese proyecto de lectura se mantenga vivo y con más fuerza para el próximo año. No es fácil cambiar hábitos en una cultura de la bacanería y el despropósito. Creo que hay que mantener esa euforia y entusiasmo por lo que hacen. Resalto los textos que mencionas de Juan José Millas, cuya mirada es interesante sobre la vida y la muerte. Creo que hay que persistir con entusiasmo a pesar de ese vacío existencial en los tips: el libro, las buenas conversaciones con amigos salvavidas, la escritura creativa y ese viaje durante las buenas noches o buenas mañanas literarias. Es un sueño y una realidad que viven a diario y no pueden perder la solidez de ese club que se ha gestado desde la diversidad. “SANTO TOMÁS TODOS LOS LIBROS”, es un espacio obligado a trascender a partir de la creatividad e imaginación de los que interlocutan y sueñan con ser mejores seres humanos, de extender las voces y las lecturas en los hogares así como merodeaban los versos de Neruda en las minas de cobre chilenas y los mineros enamoraban a sus mujeres con Veinte Poemas de Amor y una canción desesperada. A veces pienso que la escuela es más resistente para que el impacto del club trascienda, porque no todos los maestros son amantes de la literatura, de una literatura que siempre hará sinergia con la vida: las meditaciones de Sábato, las reflexiones de Han Kang en La Vegetariana, los diálogos en torno a la locura y la cordura en Dientes de León de Kawabata. Incluso, el cine, ¿Qué tal Cien años de Soledad? Una obra que no se lee en las escuelas y que el estudiante no podrá comparar con la película. Hago la crítica de la escuela porque es el espacio en que me desempeño sin ser profesor de literatura y donde pocas veces los proyectos lectores se culminan, porque se carece de entusiasmo. Leímos hace años en la escuela a Cien años de Soledad por curiosidad y la imaginación volaba, hoy las escuelas tienen la opción de Netflix, pero así como se carece una cancha de fútbol, muchas no cuentan con la tecnología mínima y un espacio íntimo de lectura para que se creen Clubes escolares de lectura. Estimado Pedro, son Divagaciones evocadas por tu texto. DESEO A TU CLUB UNA FELIZ NAVIDAD Y LARGA VIDA EN LOS AÑOS VENIDEROS. Un abrazo.