Por: José Alfredo Fruto
Lina, Isabel, Sindulfo y Alejandro. Para muchos, nombres comunes, cotidianos . Para mi lo bueno, puro hermoso, bello y sano, a quienes agradezco por lo que soy, vivo y tengo. Representan todo, están en mi, jamás se fueron.
Héroes y heroínas, palabra sabia, consejo de vida, mano extendida, complicidad, risa consoladora, miradas de perdón, sabiduría desbordada, enseñanza con pasión, guía acertada, manantial de amor, mar de historias, relatos cargados de emoción, maestros de la vida, portadores de alegría, inspiradores, ejemplo todos los días, faro que no muere, símbolo de unidad, fraternidad y paz, en toda la familia.
De mis abuelos, todos los recuerdos son buenos. Gracias por regalarme los mejores sabores y un mundo de colores. Alejandro, fuerte, serio, impecable, luchador. Sindulfo, monumento a la nobleza, el buen trato, la delicadeza , pura ternura, templanza y firmeza. Lina, bella sonriente, morena de ojos hermosos, rostro perfecto de reina, la de abrazos sinceros relatando cuentos que hablaban de luceros y estrellas. Isabel, bonita, con fuego en su alma y mucha gracia, experta en tomas de toronjil y albahaca. De ellas están en mis manos las canas de sus bellas cabelleras, cuando peinarlas era toda una faena en tardes de verano cuando florecían las cayenas.
Tiempo me faltó para disfrutarlos más y a ellos años para recibir todo el honor y majestad.
La tecnología, jornadas agitadas, planes y realización de proyectos, crecimiento personal y orden de prioridades, como los jóvenes lo suelen llamar, han privado a las nuevas generaciones del placer sinigual de compartir con seres transparentes y sinceros, la más cercana experiencia al mundo celestial. Lo abuelos fueron, son y serán refugio, armonía, calor, paz, lugar sagrado donde siempre se puede llegar.
Para los que hoy ya no los tenemos la nostalgia nos golpea ,el dolor se siente en el alma y los huesos, tristeza que los calendarios no logra acabar. Los que por fortuna cuentan con ángeles a los que llaman abuelos abrácenlos, disfrútenlos, déjense llenar de la gloria, la sensación de seguridad, cuidado, protección y victoria, de quienes adoraron a sus hijos, pero quienes al llegar sus nietos lograron conocer un sentimiento que con nada se puede comparar y sobre el tema millones de testimonios lo pueden confirmar.
Con estas letras, muchas lágrimas y profundamente conmovido, rindo tributo de admiración y un homenaje más que merecido, a quienes me brindaron los momentos más puros y bonitos. Soy de ustedes, ustedes viven en mí, los tuve, aún los recuerdo, prometo que jamás habrá olvido, habitan en mis sueños y a Dios pido cada segundo que por su grandeza y su historia bella, brille para Lina, Alejandro, Sindulfo e Isabel. La luz perpetua.
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