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julio 21, 2025

La Primicia Noticias

Una Nueva mirada

Mi conflicto con el territorio

Por: Pedro Conrado Cudriz

Tengo un conflicto serio con el territorio donde vivo desde hace más de cincuenta años. A veces me detengo en cualquier lugar a observar el movimiento de las gentes, o el movimiento del agua que corre hoy por algunas calles, aguas que atraviesan la población en su mansedumbre para alcanzar la arteria de las penitencias, la Ciénaga. Confieso que desde antes del nacimiento la sentía mía, ahora mismo pienso que he dejado de quererla como antes.  

Ya no es la obra poética de los abuelos cultos del ayer.  

Actualmente ya no sé qué es; o sí, es un simplemente territorio de gentes, cuantificables, ocupando las casas, los callejones y la largura sombra verde de siempre. Hay que contar sus autos, sus cantinas, sus tiendas y centros comerciales. Sí, claro, se observan también las escuelas, las iglesias, la casa de la cultura, o lo que queda de ella, el edificio de la alcaldía, el cemento empaquetado en nuevos parques, pero no veo la civilidad de la municipalidad. Cualquier individuo es un serio aspirante a la alcaldía, pero nada extraordinario nos ocurre desde hace rato. La misma sociedad no es un mundo alejado del universo del hombre común, porque mientras se realizaba en septiembre de este año la feria del libro medio pueblo estaba concentrado en las cantinas, o sentadas viendo la programación inútil de la televisión colombiana, o en la birria de las horas.  

Como dijo alguien suspicazmente y a manera de excusa: “No leen ni compran libros, pero hablan bonito de la feria.”   

Hay que repensar a Santo Tomás, no solo sentirlo, sino pensarlo, repensarlo para elevar a la conciencia la dificultad del ser tomasino. ¿Qué clase de identidad cultural es la nuestra? Para mí Santo Tomás es un personaje social empañado, fiestero, aunque sin norte plausible, como aquel vagabundo de la ciudad que da vueltas y vueltas y se repite en cada paso que da sin la gracia de los dioses.  

Repetirse es peligroso. 

Los niños y los adolescentes van todos los días a la escuela, una y otra vez. ¿A qué?, pregunta Zubiria. Eso es lo que nos debe aclarar la escuela. Lo mismo podemos decir de la burocracia municipal. ¿Para qué ir todos los días a sentarse en las sillas oficiales?  

Los papás llevan los niños al campo de futbol a ver si resulta un milagro como el caso ejemplar del tomasino Luís Muriel, quien juega en las ligas mayores de Europa. ¿Qué persiguen los adultos cuidadores de los niños llevándolos al campo? ¿Por qué no los llevan también a la biblioteca municipal? ¿Por qué no se preocuparon por llevarlos a los talleres de literatura programados por el municipio y avalados por el ministerio de cultura en la biblioteca municipal este año?  

Algo nos pasa, pero nadie quiere ponerle el cascabel al gato. 

Creo que, como dice la ministra de cultura para el nivel nacional, nosotros también necesitamos un relato municipal que nos ilumine la noche en la que vivimos para ser mejor ciudadanos y mejores seres humanos. 

Mi amigo y profesor, Jorge Charris, trabaja una teoría denominada tomasinidad, con la cual busca elevar el valor de la espiritualidad tomasina más allá de la iluminación de la luz del sol. Aspiro que su concepción antropológica, social y cultural aporte argumentos para un destino colectivo propositivo y subversivo. Si no seguiremos martillándonos los dedos de la cabeza hasta siempre y bajo la sombra de la queja y el olvido.