“El fin de los jóvenes es derribar a los tiranos.” P.C.C
Por: Pedro Conrado Cudriz
Si me atrevo pensar en una o en un joven, es porque me vienen a la mente imágenes del vagabundeo, de los muchachos o muchachas que no culminan el bachillerato o la universidad, de los marginados de ciudades y pueblos que no saben cómo ser productivos o cómo jugar con el tiempo a favor, de los que juegan fútbol u otros deportes por salud, de los que estudian en el Sena porque no hay más, o aquellos otros entrampados en el Icetex, de los que miran extasiados el cielo del techo de casa, de los esquineros o de aquellos que salen a vender cualquier cosa para ganarse el pan del día, de los que sueñan con ser astronautas, de las embarazadas adolescentes, de los que juegan todas las tardes dominó o cartas para asesinar el tiempo, de los avergonzados con papá o mamá porque no hay trabajo, de aquellos aburridos y agobiados por la inmovilidad de la vida social, de las muchachas y muchachos cansados de hacer y mandar hojas de vida a distintos destinos, de los que están a punto de suicidarse o de torcer su destino, o de aquellos emputados con los gobiernos de turnos, rebeldes, resistentes como piedras, como muros de acero, o de los que pasan el día viendo televisión, fútbol o telenovelas, caminos trillados por las programadoras para dormir las irreverencias, de aquellos héroes o heroínas que juegan a transformar las horas en los consejos de juventud, de los que quieren matar al gobernante de turno, torcerle el pescuezo a la rata, o de aquellos que van a misa a fortalecer la pasividad, de los pelaos que todas las tardes llegan al parque a vomitar las frustraciones o a ver crecer la tarde, de los que salen en parvadas en los torrenciales aguaceros de las horas, de los endeudados hasta el 2035 en el banco del Icetex, o de aquellos otros que van al gimnasio a esforzar el esqueleto para nada, de los que no pueden comer todo el día o no saben cómo resolver la impotencia, la marginalidad, la escasez de los sueños en el aire, la sordera del cielo, o de los que se sienten agobiados por la vida, que les pesa una barbaridad, o de aquellos muchachos y muchachas que invaden las calles de las ciudades para protestar por la incuria de los mil años de gobiernos injustos, mentirosos, asesinos, indiferentes, patológicos, egoístas, egolátricos, sociópatas, esos pelaos cansados de la desesperanza, del olvido del Estado, de ser tratados como animales, muertos como animales, como cosas, machacados, exprimidos por el poder, angustiados de vivir marginados, aislados del centro de la vida, tratados como trapos. De ellos hablo cuando pienso en los jóvenes.
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